El crimen organizado ensangrentó el paraíso mormón

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Ante las agresiones del crimen organizado y los conflictos agrarios con otras comunidades de Chihuahua, los integrantes de la comunidad mormona de LeBarón reivindican su historia de duro trabajo en México y Estados Unidos para sacar adelante sus familias, sus negocios y los campos de cultivo. Y aunque durante años han resistido amenazas y ataques del crimen organizado, los arteros asesinatos de sus familiares los orillan a considerar si piden la ayuda del presidente Donald Trump, pues al menos Daniel LeBarón dice que el gobierno mexicano “está rebasado”.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Todo mundo quiere un pedacito de paraíso en México. Hace más de un siglo, para los LeBarón ese lugar estaba cruzando la frontera hacia el sur de Estados Unidos, ahí podrían profesar la religión como querían, tener familia, cultivar la tierra y una casa en la sierra con atardeceres espectaculares.

Alex LeBarón cuenta que ese paraíso, por el que su comunidad ha trabajado por generaciones, se ha teñido de grises desde 2009 y de rojo desde el pasado lunes 4, cuando nueve miembros de esa comunidad fueron asesinados en lo que el entrevistado considera “un acto de terrorismo contra civiles desarmados, mujeres y niños indefensos, en dos actos diferentes”, cometido en el poblado de La Mora, municipio de Bavispe, Sonora.

Rhonita Miller salió con Dawna y Christina Langford de La Mora, donde viven poco más de 200 miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, fundada por el profeta Joseph Smith Jr. en 1830.

Dawna Ray y Christina se dirigían a la comunidad de Madera, en Chihuahua, donde miembros de sus familias los recibirían, mientras que Rhonita, o Nita, como le dice su familia, se dirigía al aeropuerto de Phoenix para recoger a su esposo procedente de Dakota. Posteriormente se reunirían en la colonia LeBarón.

La vía de terracería donde fueron atacadas “era un camino que seguían con regularidad”, explica Adrián LeBarón, padre de Rhonita, quien con voz cortada lamenta no haber estado con ella: “Venían a vernos, debí decirle que no, que se quedara”.

Historia centenaria

Hace más de 100 años los seguidores del profeta Smith, quien instauró su iglesia en Salt Lake City, Utah, comenzaron a huir de Estados Unidos por las persecuciones de las autoridades contra las iglesias que permitían la poligamia.

Los LeBarón y otras familias mormonas de apellidos Langford y Johnson “fueron recibidos con los brazos abiertos durante la presidencia de Porfirio Díaz, en una política humanista de libertad y de derecho a practicar la religión que quisieran”, explica Alex LeBarón.

Entre los colonos que dejaron Estados Unidos estaba Miles Park Romney, bisabuelo del senador republicano por Utah y candidato presidencial en 2012, Mitt Romney.

“Les dieron todos los derechos como mexicanos –continúa Alex–, se asentaron en la zona de Dublan, lo que hoy es Nuevo Casas Grandes, y en la zona arqueológica de Paquimé; desde entonces esas familias fueron creciendo y conviviendo.

“Con el paso de los años también empezaron a disentir entre sí, por cuestiones de crecimiento o diferencias entre familias. Comenzaron a buscar otras poblaciones, algunas más las perdieron, y entre ellas se fundó la colonia Juárez en Nuevo Casas Grandes, otras en la sierra de Chihuahua… y las de los LeBarón en 1940.

“LeBarón es un término genérico porque todos estamos entrelazados, de ahí que haya mezclas de Langford y Johnson con LeBarón en Chihuahua, Sonora, Baja California y Quintana Roo”, dice Alex, primo de Rhonita Miller y del activista Julián LeBarón.

Y lamenta que la prosperidad de la colonia, conseguida con mucho trabajo, se haya “opacado por el tema del crimen organizado, por el control que han tenido en ciertas regiones”.

Las rancherías de las familias mormonas en México destacan por sobre el panorama de pobreza y poca infraestructura de los municipios a los que pertenecen. Pero ese es el fruto, dice Alex, “del trabajo desde abajo, de la pobreza en la que vivieron nuestros abuelos y de lo mucho que lucharon por tener algo”.

Lo secunda su hermano Daniel, que como el resto de la comunidad habla con fluidez inglés y español: “La gente aquí nos dice todo el tiempo que somos ricos, que somos los gringos con lana, pero nada de esto es posible sin el trabajo duro que hacemos todos los días”.

Además, no se trata de una comunidad tan cerrada, aclara Alex: “Muchas familias que estaban aquí en México se fueron incorporando a los LeBarón, como mi madre (María de la Luz Álvarez), que siendo católica se casó con mi padre (llamado Daniel), y así con el paso de las generaciones nos hemos convertido en una comunidad en donde convergen todas las religiones: hay católicos como yo, hay ateos, hay de todo.

“No todos venimos del mismo padre. Hay muchas ramas de familias que vienen de Utah, Arizona y Colorado. Todos hemos coincidido, tenemos contacto y nos mantenemos unidos.”

Por eso, cuando se enteraron del asesinato de las tres mujeres y sus hijos, los miembros de estas comunidades fueron los primeros en reaccionar. Antes de que fueran localizados los ocho menores sobrevivientes en la brecha hacia La Mora, familiares de ellos en Alaska y Canadá intercambiaban mensajes de apoyo en los chats familiares de WhatsApp y Facebook.

“Una amplísima red de todos nosotros que nos comunicamos de manera frecuente para hacer negocios, para conocer a los nuevos de nosotros y también para ayudarnos en momentos como estos”, dice Daniel.

Los padres de Daniel y Alex trabajaron buena parte de su vida en Estados Unidos, en la pisca del piñón y otros frutos, especialmente en Sacramento, California.

“Como cualquier persona pobre –sigue contando Alex LeBarón–, trabajaban un tiempo en la pisca, hacían dinero y luego se iban a otra ciudad por otra temporada. Vivían en trailas. Trabajaban luego en la construcción y hacían dinero… cuando tenían lo suficiente se hacían su casita en México. En ese entonces todos querían tener un pedacito de paraíso en México”, dice Alex mientras espera el entierro de sus familiares en la comunidad.

Los pedacitos de paraíso se fueron expandiendo, en buena medida porque los mormones establecieron negocios en Estados Unidos. La doble nacionalidad les permitió pasar de albañiles a propietarios de constructoras en Dakota, Texas, Arizona y Colorado.

“Muchos tienen empresas de construcción allá –continúa–. En años recientes nos hemos metido en la extracción de gas natural y de petróleo, específicamente en Texas, también en Dakota del Norte gracias al auge del fracking. Somos personas que no se nos cierra el mundo.

“Acá en México también nos hemos expandido. En los últimos años hemos desarrollado una industria de producción de nuez, tenemos nogales de 20 o 30 años y unos más nuevos, de cinco años, que requieren mucha inversión y por eso trabajamos mucho en Estados Unidos para ello. Hemos transformado esta zona, damos trabajo a muchísima gente y eso también ha provocado el recelo de personas de otras comunidades.”

Grupos de campesinos, como los integrantes del Barzón, han acusado a las comunidades mormonas de apropiarse del agua de la región para regar sus campos.

“Nos ven con el mismo recelo con el que ven a los menonitas, que son de otra cultura, pero también están acostumbrados al trabajo, como nosotros. Nos ven con recelo profundo cuando hay sequías. Nos han querido atacar políticamente y dudo que el conflicto vaya a extinguirse pronto”, señala Alex.

Tiempos aciagos

En 2009 La Línea, brazo armado del Cártel de Juárez, secuestró a Erick LeBarón, entonces de 16 años, y exigió 1 millón de dólares por liberarlo. La comunidad inició un movimiento contra la violencia y amenazó con hacer justicia por su propia mano. El menor fue liberado sin que se hiciera ningún pago.

“Luego de eso creo que bajamos la guardia por un tiempo, en buena medida porque nos cansamos de tener miedo, porque no se puede vivir así”, reflexiona Alex.

Y Daniel comenta: “Creo que esto ha traído a la mesa la oferta que hizo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre ayudarnos y mandarnos seguridad. Creo que es una oferta muy interesante y estamos dispuestos a aceptar lo que sea, porque esto está fuera de control y el gobierno de México ha demostrado que está rebasado en sus capacidades.

“Por más que le cale al gobierno aceptar la ayuda, creo que es lo que debemos hacer; ese discurso de la soberanía nacional es ridículo.”

También evalúan su permanencia en México. Algunas familias mormonas asentadas en las poblaciones serranas de Chihuahua y Sonora discuten si se van a ciudades de Estados Unidos o Canadá a buscar otros paraísos.

                                                         
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