En 2020 comenzó una feroz campaña en las redes contra una valiente periodista libanesa. El FBI descubrió que personalidades reconocidas en las redes sociales era financiadas por la monarquía saudí para atacar a figuras molestas
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Ghada Oueiss cree que corre peligro.
En el 2020, la periodista libanesa de Al-Jazeera publicó un artículo de opinión en el Washington Post en el que describía cómo hackers le habían robado fotos y videos privados para publicarlos en internet. Luego de esta filtración, comenzaron los ataques virtuales. Y con el antecedente del asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudita en Estambul en 2018, teme que la brutalidad que vive en línea se traslade al mundo real.
Una de las protagonistas principales en este ataque feroz a Oueiss fue Sharon Van Rider, residente de Florida, Estados Unidos. El 9 de junio de 2020, retuiteó una foto hackeada de la periodista en un jacuzzi. Se volvió viral, en algunos casos la imagen estaba manipulada engañosamente para que la mujer pareciera desnuda. Miles de usuarios de Arabia Saudita dirigieron insultos misóginos a la reportera, cuyo programa en horario estelar presenta entrevistas duras e incisivas con personalidades políticas de Medio Oriente.
Como revela una investigación de seis meses coordinada por el consorcio Forbidden Stories de la que participaron 30 medios europeos y que se focalizó en campañas de desinformación y ataques a personalidades y empresas a través de bots y “mercenarios digitales”, los ataques de Van Rider (quien también elogió públicamente a Mohammed bin Salman (MBS), el príncipe heredero de Arabia Saudita) fueron implacables: la llamaba mentirosa; la acusaba de haberse “vendido a terroristas para obtener una historia” y que trabajaba para “una red que transmite antisemitismo”.
“Era extraño que una ciudadana estadounidense, que no habla árabe… que no me conoce… tuitee sobre mí día y noche”, dijo Oueiss a Forbidden Stories.
Pero ahora tiene más claro el panorama. Van Rider habría recibido dinero desde la monarquía saudí a cambio de sus tuits, según reveló una investigación de Die Zeit. Van Rider se había reunido con Sattam bin Khalid al Saud, un príncipe saudí, en Dubái en abril de 2019. Meses después de esa reunión comenzaron los ataques.
El Forbidden Stories pudo acceder a documentos oficiales que revelan que el FBI abrió una investigación sobre las actividades de Van Rider, con el objetivo de descubrir quién la financió y si violó la ley estadounidense. Según declaró Van Rider en el 2022, habría recibido el dinero de parte de un intermediario para eludir la Ley de Registro de Agentes Extranjeros (FARA), una norma de EEUU que requiere que cualquier extranjero que busque influencia en la opinión pública local se debe registrar en el Departamento de Justicia y presentar informes públicos. No hacerlo es una violación de la ley federal y puede dar lugar a multas y encarcelamiento.
En el caso de Van Rider, el método para pagarle era a través de un hombre llamado Jerry Maher, quien, entre noviembre de 2019 y marzo de 2020, le transfirió al menos cuatro cuotas de USD 2.500.
Pero Van Rider no sería la única parte del esquema del príncipe saudí: dijo que asistió a una reunión en Miami en el año 2019 durante la cual el príncipe saudí habría pagado unos USD 175 mil (en efectivo y a través de un tercero), a un ciudadano estadounidense cercano a los círculos de derecha. ¿El destino de ese dinero? Financiar actividades en internet que atacan a rivales de la monarquía saudita.
Las campañas de desinformación con fines de lucro son moneda corriente, pero el traslado al mundo virtual implica un tipo de mercenario nuevo, o “mercenario de influencia digital”, un campo con mucho prospecto a futuro y alta demanda. Hay motivación monetaria, sin dudas, pero en varios casos también puede haber ideológica, como ocurre por ejemplo con los partidarios de Donald Trump.
Según le dijo a Forbidden Stories Marc Owen Jones, profesor asociado de Estudios de Medio Oriente en la Universidad Hamad bin Khalifa en Qatar, involucrar a los estadounidenses en una campaña de acoso liderada por Arabia Saudita es lógico: “Desde el punto de vista de la desinformación, una cosa es usar bots y trolls, pero si puedes hacer que los estadounidenses absorban orgánicamente los puntos de conversación saudíes y luego repliquen esos puntos de conversación en sus propias redes sociales, entonces, en teoría, esos puntos de conversación podrían entonces volverse virales entre la comunidad republicana en línea”.
El intermediario
Jerry Maher, quien hacía de intermediario entre los saudíes y Van Rider, ya tenía años de estrechos lazos con aquella monarquía árabe. Nacido como Daniel Ahmad El Ghoch, es un ex presentador de un canal de televisión saudí y presidente y director ejecutivo de Sawt Beirut International. También es asesor de medios de Bahaa Hariri, un multimillonario saudí-libanés cercano al régimen saudí.
Se fue del Líbano en 2010 y se asentó en Suecia, donde las autoridades le otorgaron un estatus protegido, reservado para personas sujetas a amenazas, con el fin de garantizar la confidencialidad de su información personal. Allí comenzó la voracidad de sus ataques en la web, dirigidos hacia críticos del régimen saudita. Cuando asesinaron a Jamal Khashoggi, Maher tuiteó que quienes investigaban el asesinato “arderían en el infierno”.
En enero de 2019, atacó a Jeff Bezos, fundador de Amazon y propietario del Washington Post: “Si te conviertes en enemigo de Arabia Saudita, serás destruido, menospreciado y despedido por Dios”.
En febrero de 2019, la misma Oueiss invitó a Maher a su programa, en donde él defendió la postura de Arabia Saudita sobre el asesinato de Khashoggi. Pero más tarde, detrás de cámara, Maher le dijo a Oueiss que creía que MBS ordenó el asesinato. “Él es capaz de ser el portavoz de una dictadura. Él es capaz de hacer cualquier cosa por ti si le pagas”, dijo la periodista.
Oueiss interpretó el asesinato de Khashoggi como una advertencia. “Tal vez me pasaría a mí lo que le hicieron a Khashoggi porque lo atacaron en las redes sociales y luego lo mataron”, dijo a Forbidden Stories. Ella consideraba a Khashoggi su mentor.
Cuando comenzaron los ataques contra ella, Oueiss tituló su artículo de opinión para el Washington Post como: “Soy una periodista de Oriente Medio. No me silenciarán los ataques en línea”. Un grupo de partidarios de Trump se precipitó a reforzar los ataques.
Más influencers mercenarios
Van Rider nombró a Maria Maalouf en su declaración ante el FBI como parte del “proyecto mediático” que ataca a Oueiss y alegó que fue financiada por Al Saud. Maalouf es una periodista de origen libanés con sede en Washington DC que afirma ser la copresidenta de Prolific Solutions, una firma de consultoría.
Según la investigación de Forbidden Stories, otra influencer profesional que atacó a Oueiss en línea es Irina Tsukerman, una abogada con sede en Nueva York que se hace eco de narrativas cercanas a las de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos en videos, artículos de opinión y apariciones en televisión. “Tsukerman ofrece servicios de ‘guerra de información’ ‘ofensivos’ y ‘defensivos’ a través de su compañía con sede en EEUU, Scarab Rising, y aboga en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU con una ONG yemení sospechosa, la Coalición Yemení de Mujeres Independientes”, revela la investigación.
Según Owen Jones, siempre habrá un espacio para “el perro de ataque”, porque hay un mercado constante para alguien que “no tiene miedo de decir nada” pero que también “tiene calificaciones de una buena universidad”.
Mientras tanto, Ouessis sigue bloqueando a sus atacantes en Twitter. Pero a veces, el peso de esta violencia virtual es demasiado: “Es una nueva forma de matar a los periodistas virtualmente, silenciarlos. En lugar de pagarle a alguien para que lo asesine físicamente, le paga a alguien para que lo asesine virtualmente a través de las redes sociales.