Las amenazas comerciales del presidente Trump han puesto en duda la confianza en Estados Unidos como un socio capaz de cumplir con su palabra y además, complican el panorama económico del país.
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Dos pilares de la economía mexicana fueron fisurados significativamente en solo un par de semanas.
Más allá de lo que ocurra con el probable sustituto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el T-MEC -si algún día avanza finalmente- el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, destruyó en pocos movimientos la certidumbre sobre el libre comercio regional, que incluye a México, en tanto dure su mandato. La confianza ganada tras décadas de intercambio comercial e integración económica, quedó muy lastimada.
Ya nada puede evitar una nueva y constante amenaza de imponer aranceles a las exportaciones mexicanas, que por años gozaron el libre y constante paso hacia el norte del continente, algo que hizo sumamente competitivas a muchas industrias tanto en México como en Estados Unidos. El golpe proveniente de la Casa Blanca se sumó a la lectura definitiva de las calificadoras sobre la base de la macroeconomía controlada por el Estado: a Pemex no le alcanza el dinero para aumentar la producción petrolera y Hacienda no tiene para darle más. La calificación crediticia del país, que con varios esfuerzos subió durante años, finalmente cayó.
México llevaba unos días asimilando haberse convertido en el principal socio comercial de Estados Unidos, luego de que China cediera terreno por su propia guerra comercial con la mayor economía del mundo, cuando Donald Trump inició informalmente su camino a la reelección de la presidencia de su país. Y al igual que su campaña anterior, los números de las encuestas no le favorecen.
Golpear a México por varios de los males de Estados Unidos le sirvió en 2016, y en 2020, usará de nuevo esa cuña en afán de detener la entrada de inmigrantes a su país. Extraoficialmente, luce como un plan político para ganar votos. El camino es riesgoso. Trump va en contra de lo que los empresarios quieren. La Cámara de Comercio de Estados Unidos advierte públicamente que imponer aranceles a México es “la jugada incorrecta”.
Usar el comercio como herramienta de conflicto es también costoso. De acuerdo con Bloomberg, en un escenario muy negativo de aranceles de 25 por ciento de parte de Washington a todas sus importaciones chinas y mexicanas, el PIB global en 2021 caería 0.8 por ciento, equivalente a 800 mil millones de dólares.
Sin embargo, la estrategia y sus estragos parecen no importar al mandatario estadounidense.
“Estos aranceles serán pagados por las familias y los negocios americanos sin hacer nada para resolver los verdaderos problemas en la frontera”, aseveró Neil Bradley, vicepresidente ejecutivo y jefe de políticas del gremio más importante de empresarios estadounidenses.
Recién llegada este mes a la presidencia de esa organización, en sustitución de Tom Donohue, Suzanne Clark advirtió: “Hemos estado explorando todas nuestras opciones legales acerca de lo que haríamos si realmente pasan (los aranceles)”.
Más allá de que se apliquen o no los aranceles, lo que hizo Trump ya es irreparable, incluso sino se aplica un castigo inmediato a las exportaciones mexicanas, de acuerdo con Chris Krueger, director gerente de Cowen Washington Research Group, un think tank económico en la capital estadounidense.
“¿Quién quiere firmar tratados (T-MEC) solo para ser arrodillado semanas después con amenazas arbitrarias de aranceles?”, dijo en una entrevista con Bloomberg News. “Creemos que un daño real y duradero ya fue hecho en la amplia estrategia de comercio de Trump”.
El comercio total entre México y Estados Unidos ascendió a más de 575 mil millones de dólares el año pasado, aunque el impacto económico en ambos lados de la frontera es mayor al considerar la integración de las cadenas de producción y el desarrollo de varias industrias ligadas al comercio en Norteamérica.
Las amenazas de Trump tienen un alcance importante y trastocan varios sectores, desde la industria automotriz, en la que México es el principal proveedor de vehículos a Estados Unidos, hasta el comercio de carnes, granos, frutas, verduras y azúcar, que representa unos 45 mil millones de dólares en el comercio bilateral. No es casualidad que el propio partido republicano, cuyos varios de sus legisladores representan estados y condados que se benefician ampliamente del comercio con México, haya dado un golpe en la mesa y cuestionara la estrategia arancelaria del presidente.
“Lo que Trump ha hecho es convertir a Estados Unidos en un socio que no es confiable, no puedes dar nada por hecho ya en esa relación”, señaló Duncan Wood, director del Instituto México del Woodrow Wilson Center en Washington. “Las instituciones y los acuerdos como el TLCAN o el T-MEC poco significan cuando el Ejecutivo estadounidense tiene tanto poder para pasar por alto esos acuerdos”.
México, al igual que el resto del mundo, debe replantearse lo que representan los tratados comerciales y otros arreglos a los que ha llegado con su vecino del norte, pues el juego ha cambiado y cosas que se daban por hecho, como la separación de la política de los acuerdos arancelarios, simplemente no tienen el mismo peso del pasado en la presidencia de Trump, afirmó el especialista.
“Estamos en un punto de quiebre y hay que adaptarse a un nuevo orden”, añadió Wood. “Estamos en la era de comercio de Trump”.
Para México, esta nueva etapa comercial significa que la retórica del mandatario estadounidense tiene un eco importante de este lado de la frontera y añade a la incertidumbre que se vive en el país. Muestra de ellos es, por ejemplo, el desplome en la inversión fija bruta de 5.9 por ciento registrada en marzo.
El riesgo ahora está sobre el empleo: en el primer trimestre del año se crearon 269 mil 143 nuevas plazas de trabajo en el país, 27 por ciento menos que en el mismo periodo del año pasado.
“La factura de impuestos de Pemex supera su flujo de caja, lo que le impide invertir lo suficiente para mantener la producción y las reservas. Fitch espera que la producción de petróleo se contraiga en un 5 por ciento en 2019 y 2020”, sentenció Fitch Ratings en el documento con el que justificó una reducción en la calificación crediticia soberana del país a BBB desde BBB+, un indicador que es un referente para todas las demás tasas bancarias a las que tienen acceso tanto empresas como gobierno.
Moody’s acentuó el problema al cambiar el mismo día de la baja en la nota crediticia de Fitch la perspectiva de la calificación soberana de México a negativa. Esto significa que la nota de A3 que por años ‘presumió’ el país tendría serias posibilidades de bajar en los siguientes meses. Incluso, ya hay varios que lo dan casi como un hecho.
“La retórica de ambas calificadoras no es muy alentadora y sugieren que nuevas reducciones a la nota crediticia podrían estarse planeando para los siguientes meses”, aseguró Gabriel Lozano, economista en jefe de J.P. Morgan México, en una nota a inversionistas.
“En nuestra opinión, el anuncio de estos cambios en la calificación antes de que se llegara a un acuerdo por los aranceles de 5 por ciento a las exportaciones mexicanas en EU, sugiere que las agencias aún no han terminado”.
En cualquier caso hay algo de luz, pues no hay avisos aún de la pérdida en el grado de inversión. De hecho, Fitch todavía mantiene un escalón por arriba de ese crítico nivel al riesgo soberano nacional. No obstante, el cambio en el tono de las calificadoras sugiere un posible encarecimiento inmediato de los préstamos a los que accedan en adelante las empresas que operan en México y el gobierno.
La última vez que el país recibió un castigo similar fue en 2009, pero en medio de la coyuntura de la peor crisis económica que ha visto esta generación y que comenzó con la quiebra de Lehman Brothers.
Esto es distinto, el epicentro del sismo está en Palacio Nacional. Fitch advirtió el miércoles 5 de junio que la baja refleja una combinación del creciente riesgo para las finanzas públicas soberanas debido al debilitamiento de Pemex, amén de una debilidad en el panorama macroeconómico.
En eso último pesa la hostilidad del gobierno estadounidense, pero también la incertidumbre en políticas emitidas desde la presidencia de México, advirtió la calificadora.
“La menor inflación y los salarios más altos (derivados del aumento del salario mínimo) deberían respaldar el consumo, pero el sector energético, caracterizado por una tendencia a la caída de la producción en Pemex y niveles de inversión más débiles, que reflejan una menor confianza empresarial, continuarán afectando el crecimiento”, señaló Fitch, que además ve poco probable que la suspensión de las rondas de licitación del sector privado que se habían programado como parte de las reformas del sector energético contribuyan a la confianza de la inversión.
Wood, del Instituto México, consideró que entre los problemas internos y externos del país la estrategia del gobierno mexicano debería ajustarse. Suficiente trabajo hay con el cambio de actitud de Estados Unidos como sumarle aún problemas internos. “Trump no va a ceder en las amenazas”, dijo. “El ambiente de este lado es bastante pesimista”.