Desapareció hace 10 años, es localizada en la indigencia en Puerto Vallarta

Mujer morelense extraviada hace 10 años, reaparece como indigente en Puerto Vallarta.

Información por Alejandro Cárdenas San Antonio/Sur Digital

Hace tres años NoticiasPV y NoticiasPvNayarit tocaron el tema de una mujer que se dedica a la indigencia en el municipio de Puerto Vallarta.

En ese entonces, como una denuncia que hicieron trabajadores del ramo turístico, sobre la presencia de una mujer en la parada de camiones, cerca de las instalaciones de la Administración Portuaria Integral, API.

Grosera y con mal aspecto para los turistas, eran los motivos por los que solicitaban a las autoridades municipales, tomaran cartas en el asunto.

Después, la mujer envuelta en plástico, fue vista en otra parada de camiones, cerca de la zona naval, sin embargo, esta semana que concluyó circuló en redes una nota en donde se explica que la mujer fue localizada por personal del estado de Morelos, de donde se presume es originaria.

El escrito es de Alejandro Cárdenas San Antonio de sur Digital.

El cual se reproduce de manera textual.

La familia de ella había acusado a persona inocente de presunto secuestro.

No hay registro ni ley o iniciativa que dé protección a personas en situación de calle.

Sumergida en el abismo de una profunda depresión, ella decidió oscurecer su vida en la indigencia y la fuga geográfica, fueron 10 años de zozobra y desasosiego en su localización, los padres y hermanos la dieron por muerta pero una amiga de ella nunca perdió la fe de encontrarla.

Por el contrario, sucedió que un par de imágenes y un video que circulaban en redes sociales tomados por alguien años atrás, llegaron de rebote a un familiar y se los reenvió encendiendo las ansias de realizar un recorrido de casi 900 kilómetros.

Gracias a los apoyos económicos de una decena de personas que compartieron el anhelo de ayudar a otro ser humano a resurgir en su dignidad y su alma en un pozo profundo, fue que comenzó un viaje en autobús desde Cuernavaca, Morelos, hasta Puerto Vallarta, Jalisco, con el propósito de buscar y encontrar a una mujer en situación de calle que en el caos de su aquí y ahora, había transformado de manera radical su existencia, incluyendo su nombre original pues hoy se decía llamar: Mónica.

HUIDA

Originaria del municipio de Xochitepec, Morelos, Mónica –le seguiremos llamando así para respetar su anonimato- era una Ingeniero en Sistemas egresada con mención honorífica del Tecnológico de Zacatepec, que a pesar de su talento, no conseguía trabajo, en su infancia y adolescencia sufrió violencia intrafamiliar de todo género imaginado.

Tuvo un gran amor que le fue arrebatado por la vida y a sus 30 años, sumida en la depresión y dedicada a ganarse la vida vendiendo jugos, decidió por invitación de una tercera persona, asistir a un retiro espiritual y antes de ir a esa experiencia.

Conoció a María Salgado de la Vega, vecina de la misma localidad quien solía apoyar en los procesos y por varios días, antes de la experiencia, María estuvo alentando anímicamente a Mónica además de estimular la abatida autoestima de la joven.

Llegado el día, viajaron en grupo, salieron de municipio de Temixco, Morelos, al de Pilcaya, Guerrero y allá, Mónica realizó solo una parte de las actividades y fue porque en un momento sufrió una crisis emocional y solicitó hablar con alguien de su confianza y era María su amiga que al no acudir de manera inmediata por realizar otras tareas.

Se desesperó aún más y exigió estar a solas para caminar, los responsables accedieron a su petición y fue cuando aprovechó para huir del lugar provocando por horas un amplio rastreo que resultó estéril, eso ocurrió el día 10 de octubre año 2010 a las 10 de la mañana.

Fueron días de búsqueda, se amplió el perímetro y surgieron solo rumores de haberla visto pasar en localidades cercanas, la familia de Mónica desesperada y enterada de que ella había pedido hablar con María y no acudió.

Enfocaron su indignación e impotencia en ella y la acusaron de secuestro, las autoridades sometieron por horas de interrogatorios a la señalada y no hubo delito que perseguir; sin embargo, la reputación y credibilidad de María quedó por años marcada y debido a la empatía natural que surgió con Mónica por que las historias de vida en ambas tenían profundas semejanzas.

María cargó con un gran peso de responsabilidad y llegó incluso a arrodillarse con la familia de su amiga jurando que la encontraría.

Fue tal la firmeza en cumplir su palabra, que en la cena de navidad colocaba un plato extra asumiendo que un día sería ocupado por su amiga perdida; así pasaron los años hasta que las autoridades dieron carpetazo al asunto, los padres y hermanos de Mónica la dieron por muerta y María adoptó la costumbre de participar en todo tipo de grupos con enfoque para localizar a personas.

Un ejemplo que siguió su hermana Karina y fue ella quien descubrió las imágenes y el video que mostraban a una mujer en situación de calle que recriminaba a un hombre que la grabó en Puerto Vallarta, Jalisco, años antes y lo hizo precisamente con la intención de encontrar a los familiares.

María miró el video innumerables ocasiones, lo analizó hasta el cansancio y se fue convenciendo que los ademanes, la voz, un diente frontal despostillado, una oreja con ligera malformación y demás detalles como el estilo egipcio para delinear los ojos, coincidían con los de su amiga, su intuición se desbordó y tuvo una amplia corazonada.

En contraste, con la total estreches económica para ir a Puerto Vallarta a localizar a una mujer irreconocible por su aspecto en exceso desgarbado y sucio.

Comenzó a compartir la información con algunos de los asistentes en aquella experiencia espiritual y entre dudas, presunciones y también hirientes mofas y recriminaciones, María solicitó a sus amistades y familiares apoyo económico para tomar un autobús, consiguió hacerlo con el importe exacto y viajó 16 horas y media rumbo aquel rincón del estado de Jalisco donde contaba también con la amistad de dos mujeres integrantes de un grupo de autoayuda que la misma María dirige desde Morelos y ellas le consiguieron el hospedaje, la alimentaron y acompañaron durante varios días a localizar a Mónica.

Este pequeño grupo estuvo integrado por la enfermera Martha Georgina Barragán y Rosa Díaz Díaz, promotora turística en Vallarta, se fueron sumando poco a poco, personas de Morelos que dimensionaron la trascendencia de la intención y no solo aportaron algo de dinero, sino constantes oraciones para que la incursión de María resultara favorable.

MÓNICA

En la periferia del Área Militar de Vallarta, sobre el Boulevard Francisco Medina Ascencio, desde el camino viejo Aramara y hasta Galerías Vallarta, suman años que a diario se mira sentada por horas de manera intermitente en tres o cuatro paradas de autobús, a una mujer de casi un metro 70 de estatura, cubierta de pies a cabeza con el color negro, su andar es cansino, se bambolea lentamente en cada paso como si contuviera un dolor en el nervio ciático.

Carga un par de bolsas de plástico grandes donde guarda celosamente algún misterio porque nadie sabe lo que contienen, se nota que son pesadas, lleva puesta una vieja gorra de beisbolista a manera de turbante, tiene enredada una blusa con la que protege completamente su cabello el cual tampoco nadie ha visto expuesto al Sol.

Porta unos lentes grandes remendados con cinta de aislar, su rostro no trae cubrebocas en esta época de pandemia pero resalta por lo blanquecino de un permanente bloqueador y sobre éste, se delinea los ojos con un remarcado estilo egipcio.

Se cubre el cuello con una amplia pañoleta, la espalda y el tórax los tiene protegidos por una chamarra exageradamente grande, debajo trae más blusas, de la cintura a los pies se cubre con una cobija impresa con estrellas de todos tamaños y colores –lo único que da vida a su aspecto lúgubre- debajo se distinguen mallones de licra, amplios retazos de tela enfundan completamente lo que parecen ser unos zapatones o botas de minero, la suela está protegida e intacta, de esta coraza oscura sobresalen dos manos pequeñas, morenas y delgadas con las que recibe el dinero que pide a los usuarios del transporte público que suben o bajan en las paradas establecidas sobre el Boulevard.

Una monedita, -dice con su voz aguda y casi infantil, es agradecida con el que le da; los niños y las madres al pasar junto a ella lo hacen con desconfianza, acercarse a medio metro de Mónica representa absorber un penetrante olor a suciedad y orines.

Por las mañanas, desayuna tacos en un puesto ambulante que se instala en una esquina del estacionamiento de Walt Mart, la ubican muy bien pues ahí hace escala en una parada de autobús, siempre paga sus alimentos, nunca pide algo que contenga carne.

Pasa varias horas sentada y a medio día, se traslada decenas de metros a otra parada de camión sobre la misma acera donde a otro vendedor ambulante, le compra tamales para comer y ahí permanece más horas sentada solicitando la monedita hasta que por la tarde-noche, llega la cena en un puesto de elotes y solicita un plato de esquites con mucha verdura.

-No se mete con nadie… –afirman los de los negocios y agregan- los platos y cucharas los tira en los botes de basura, nunca lo hace en la acera. Luego de la cena, se levanta lentamente de la banca y carga sus 40 años con pasos calmosos y pausados. Observarla de lejos en su trayecto cargando sus bultos, uno en la espalda y otro en el frente.

Es semejante a las animas en pena representadas en los retablos de las viejas iglesias, mirar a Mónica con su amplia estatura es contemplar el paso de un gran oso grizzly rumbo a su guarida luego de un día lleno de afanes. Impacta mirar ese gran bulto sombrío en movimiento a cualquier hora del día sin importar inclusive el agobiante calor de Puerto Vallarta.

Con la ausencia del Sol, cruza el Boulevarda la altura de Liverpool y llega a unos metros del cajero de Banjercito donde hay otra parada de autobús y ahí se acomoda, hace el intento de pedir las últimas monedas y de pronto se extiende sobre la banca y duerme a la intemperie cerrándose en un enorme capullo negro el cual remata con la protección de un plástico en la cabeza.

Se acomoda los lentes de modo que la luz de las lámparas y la de la parada del camión, no le interrumpan el sueño y puedan simular oscuridad en sus ojos.

Mónica improvisa su sanitario en un callejón cercano, nunca se baña, lleva años sin saber lo que es una regadera con agua caliente, el calor de un hogar, lo mullido de un colchón, la seguridad de un techo que le proteja del sereno en las madrugadas, ha olvidado el afecto de alguien que le de los buenos días y tenga una muestra de cariño con una taza de café mientras se levanta, las comodidades de la vida en familia o en pareja ya no están registradas en sus memoria, es claro que no espera nada de nadie y acepta la vida tal cual es.

Dicen quienes han intentado entablar charla con ella, que es agresiva, no acepta comida, zapatos ni ropa, se mantiene a la defensiva principalmente con los hombres y sus palabras preferidas son: una monedita.
Aquellos que han logrado intercambiar algunas palabras con ella, aseguran que tiene un lenguaje claro y preciso, algo a lo que María agrega: Mónica sabe hablar inglés, y es lógico por la instrucción profesional que había concluido y de la cual se expresaba decepcionada y frustrada porque no lograba conseguir trabajo por ser joven y competente mujer en un mundo con misoginia.

Aunque nadie puede asegurar que eso fuera la causa de su tremenda depresión, sí se podría agregar como un elemento en la especulación de una presunta historia llena de tragedias la cual pocos conocen como María donde los padres y hermanos de Mónica, son los primeros en figurar en una lista de descarte cuando alguien logra tener respuesta de su paradero.

Son muy malos, fueron tan malos conmigo, que incluso pueden ser malos con otras personas -ha dicho y vuelve a solicitar a su interlocutor una monedita y da por concluida la comunicación con el mundo exterior.

Mónica transmite un profundo desapego, cuando come, es el único momento en que levanta sus lentes y se puede observar el contorno de sus ojos delineados, al observarla detenidamente sin que ella lo note, transmite la impresión de que viaja entre los espacios inmensos del aquí y el ahora y su mente, es un juego de espejos donde sus pupilas miran atentas hacia su propio interior y a veces analizan algo en el ambiente que no percibe cualquiera, es una actitud semejante a la catatonia; mientras mastica o toma bocado, a veces balbucea y sonríe de manera muy discreta, solo ella conoce la razón de sus expresiones.

No hay antecedentes de haber agredido a nadie y sin embargo, ella sí ha llegado a mostrar algunas lesiones en su rostro, es más accesible con las mujeres y más allá de solicitarles una monedita, no les acepta nada de regalo ni permite que le pregunten temas personales.

Sobre ella se han propagado historias que rayan el mito urbano como la de que un día se le vio cargando un bebe, era una niña que el DIF le quitó, mientras ella según vivía en la colonia Versalles, otros aseguran que fue abandonada en Puerto Vallarta por tratantes de blancas luego de que dejó de estar en sus cabales.

Hay más rumores sin sustento como el que trabajó en una clínica y el doctor –ahora fallecido- era su protector, otros más dicen que llegó hace años directo de Acapulco y no faltan quienes sarcásticamente afirman que Mónica ya es parte del patrimonio de Vallarta así como elemento ornamental en el paisaje de esa zona comercial para clases acomodadas por donde se mueve.

                                                         
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