Unas bacterias muertas pueden tener la clave para un tratamiento contra el cáncer mucho menos lesivo

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Buscar la cura del cáncer es una noble causa. Pero buscar una cura para el cáncer, que no tenga apenas efectos secundarios, sea sencilla de aplicar, y encima resulte tremendamente barata, eso ya es un logro mayor. Pues bien, un equipo de investigadores tiene una idea que ya están probando en ensayos clínicos.

La idea es sencilla. ¿Cuál es la mejor manera de acabar con el cáncer? Lograr que el sistema inmune acabe con los tumores. Pero claro, es mucho más sencillo decirlo que hacerlo. De hecho, la idea de conseguir activar el sistema inmune para que ataque a las células tumorales es muy antigua, y existen terapias que van en esta dirección.

Pero lo novedoso del estudio que citamos es que emplean bacterias para activar el sistema inmune. De nuevo, una idea que no es nueva – de hecho, se propuso ya a finales del siglo XIX – pero que en este caso tiene una vuelta de tuerca.

Lo que han creado los investigadores es una especie de pasta, formada por solución salina y un producto graso que contiene bacterias muertas. Y lo de pasta es casi literal, porque tiene la consistencia de pasta de dientes. Esta emulsión, una vez preparada, se inyecta directamente en los tumores.

Entonces el sistema inmune reconoce a las bacterias como un agente patógeno, un «enemigo» al que tiene que combatir. Pero no sólo a la pasta que se ha inyectado, también a las células entre las que se ha inyectado la pasta. Y de esta manera, las células del sistema inmune aprenden a reconocer el tumor y lo atacan. Allí donde esté, porque las células del sistema inmune se difunden por todo el cuerpo, y atacan a las metástasis que encuentren.

Y esto se consigue con apenas un par de pinchazos. Con dos dosis de la emulsión basta para que el sistema inmune se active y ataque los tumores, a diferencia de los largos y tediosos tratamientos con quimioterapia o radioterapia.

En cuanto a los efectos secundarios, también son mínimos. Entre los participantes en el ensayo – que fue un ensayo de fase I, es decir, con muy pocos pacientes y con el objetivo principal de determinar la seguridad del tratamiento y la dosis que se debe administrar – apenas se reportaron molestias por el pinchazo y unos pocos casos de fiebre, como puede ocurrir después de una vacuna.

Así que cumple dos condiciones: es sencillo – dos inyecciones – y apenas presenta efectos secundarios, no como los tratamientos habituales. Pero tiene otra ventaja: es increíblemente barato. Generar las emulsiones puede costar entre cinco y veinte dólares, un precio muy asumible. Especialmente si pensamos que los tratamientos comunes pueden superar las decenas de dólares.

Pero, eso sí, tiene dos desventajas muy claras. Que se pueden resumir en una: no sirve para todos los tumores. Si las masas tumorales están en lugares de difícil acceso, donde llegar para poner la inyección sea complicado o peligroso, esta técnica no se podría usar. Y tampoco serviría para tumores hematológicos, o cánceres de sangre y tejidos líquidos.

De momento, los investigadores han comenzado un ensayo de fase II para seguir demostrando que su tratamiento tiene ventajas. Esperemos que se haga realidad y tengamos una alternativa más.

                                                         
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