Un producto de una empresa en Texas es el culpable de esta ‘narcoguerra’

El cloruro de calcio, un químico importante para la elaboración de cocaína, ha desatado un infierno en la frontera entre Ecuador y Colombia.

elfinanciero.com.mx

En enero de 2018, mientras oían escuchas telefónicas, agentes de inteligencia de la policía de Ecuador oyeron a los tenientes de un narcotraficante colombiano que planeaban un inminente ataque transfronterizo. Los agentes alertaron al objetivo más probable: una guarnición de la Policía Nacional en la ciudad de San Lorenzo, muy cerca de la principal región productora de cocaína de Colombia. El comandante en el puesto agregó patrullas y entregó fusiles de asalto a sus oficiales.

Días después, el 27 de enero, una camioneta repleta de explosivos detonó en la desprotegida parte trasera de la guarnición. Decenas de casas y tiendas quedaron destruidas. Más de dos docenas de personas resultaron heridas y cientos quedaron sin hogar. Las autoridades culparon a un exlíder rebelde de la guerra civil de Colombia, Walther Patricio Arizala Vernaza, conocido como ‘El Guacho’, ahora era un poderoso narcotraficante. Durante los siguientes meses, atacaron a las fuerzas de seguridad a ambos lados de la frontera con morteros, armas automáticas y bombas al borde de carreteras, incluida una explosión que mató a cuatro marinos ecuatorianos.

¿Qué provocó la guerra del narcotraficante contra Ecuador? Giovanni Gavilanes, un comandante de la policía ecuatoriana, creía conocer la respuesta: los cientos de sacos de 25 kilogramos de cloruro de calcio en escamas que la policía había confiscado a los hombres de Arizala. El químico se ha convertido en un ingrediente crítico en la producción de cocaína.

La unidad de Gavilanes, creada en 2016 con dinero estadounidense, tiene la tarea de detener el flujo ilícito de sustancias químicas a los laboratorios de cocaína en Colombia. Durante el año previo a la ofensiva de Arizala, la unidad había incautado más de 80 mil kilos de cloruro de calcio. La policía cree que la mayor parte del químico se dirigía a los laboratorios de Arizala.

Los sacos de cloruro de calcio incautados tenían una marca que la policía había visto muchas veces: el logotipo azul de Tetra Technologies, una empresa química con sede en Texas. Tetra se autodenomina líder mundial en producción y comercialización de cloruro de calcio. Sus principales clientes están en la industria del petróleo y el gas, y su uso también incluye el procesamiento de queso y la reducción del polvo en suspensión en las canchas de tenis de arcilla.

Pero Tetra también ha sido la marca elegida por los químicos colombianos que producen cocaína, según la policía de Ecuador. Sus líneas de suministro comienzan en la fábrica de Tetra en Finlandia. El producto se envía a Perú, donde una red de traficantes compra cloruro de calcio de Tetra a nombre de los narcos colombianos y luego lo contrabandean a la zona sur de Ecuador. Desde allí, el viaje hacia el norte toma un día hasta San Lorenzo y a los laboratorios de cocaína colombianos. Desde 2017, dice la policía ecuatoriana, la mayoría lleva la marca Tetra.

Tetra envió casi 48 mil sacos de cloruro de calcio de 25 kilos a Perú, todo a través de un único importador peruano, según registros de aduana. Eso puso el broche de oro a una operación de cinco años durante la cual Tetra duplicó las exportaciones a Perú, y que también dobló la producción de cocaína de Colombia. Las autoridades peruanas nunca han auditado el uso legítimo del cloruro de calcio en su país. Por eso, es imposible saber la cantidad que se desvía hacia el narcotráfico.

Tetra no ha sido acusada de violar ninguna ley de drogas en Estados Unidos u otro lugar. Gisselle Piller, su directora de marketing global, dijo por correo electrónico que el contrato de la empresa con su único cliente peruano le prohíbe “revender este producto para cualquier uso final prohibido”. “Nos oponemos firmemente al uso de cualquier producto de Tetra para fines ilegales”, escribió Piller y agregó que Tetra cumple las leyes y regulaciones aplicables en Perú.

Ahí radica el desafío para las autoridades que intentan detener el tráfico ilícito, y la debilidad de las leyes internacionales sobre narcóticos de las que se aprovechan los capos de la droga. Bloomberg Businessweek informó previamente que los cárteles en México han intervenido fácilmente la cadena de suministro de químicos legales para hacer heroína y metanfetamina que se vende en Estados Unidos. En Ecuador y Colombia, las ventas de cloruro de calcio son ilegales sin licencias y verificación. Pero Perú solo comenzó a regular el químico en enero y sigue siendo el eslabón más débil. La unidad de Gavilanes ha incautado 25 toneladas métricas desde que entró en vigencia la nueva ley de Perú. Los registros policiales muestran que un tercio ha sido de marca Tetra.

Además de facilitar la producción de cocaína, la carretera narcoquímica que atraviesa América del Sur ha agudizado uno de los peores conflictos fronterizos del continente. En 1987, con el aumento de las tasas de adicción y la escalada de la violencia relacionada con las drogas en Estados Unidos, la CIA hizo un descubrimiento vergonzoso: las empresas estadounidenses vendieron y exportaron alrededor del 95 por ciento de los productos químicos que usaban los cárteles para fabricar cocaína. Solo en 1988, la policía colombiana confiscó más de medio millón de galones de solventes de laboratorios de cocaína. Ese mismo año, el clamor del Congreso llevó a la aprobación de la primera ley estadounidense que regula dichos productos químicos, a nivel nacional e internacional. La ley exigía que las empresas certificaran la legitimidad de los clientes y recibieran con antelación la autorización de la DEA para las exportaciones.

Luego, Estados Unidos presionó para establecer un sistema global de regulaciones, que es controlado por la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) y se aplica mediante un tratado firmado por 190 países. La agencia mantiene lo que llama una lista roja de 29 productos químicos que se supone que todos los países deben regular en el comercio global. Esta incluye a los países más ricos que tienden a producir y exportar químicos y a los más pobres donde se utilizan para fabricar drogas.

Aunque el cloruro de calcio no estaba en la lista roja, Ecuador y Colombia comenzaron a regularlo por decisión propia a mediados de los noventa, luego de que la policía lo encontrara en laboratorios de cocaína. En 2013, las autoridades colombianas y bolivianas notaron un aumento drástico en el uso de cloruro de calcio en otras instalaciones.

Los químicos de los cárteles lo estaban utilizando para recuperar y reciclar los solventes que estaban en la lista roja, reduciendo su necesidad de estos productos, que eran controlados de forma más estricta. De esta manera, el cloruro de calcio había abierto una puerta para eludir el sistema global de regulación de los químicos para fabricar drogas.

En 2016 quedó claro que los traficantes dependían de los envíos de una gran cantidad de cloruro de calcio desde Perú. Funcionarios del gobierno ecuatoriano, frustrados por la situación, criticaron a su vecino en sus informes a la JIFE.

A pesar de sus propias advertencias, la JIFE no ha agregado el cloruro de calcio a la lista roja, lo que podría requerir que los países más ricos que la fabrican actúen, junto con Perú y cualquier otra nación importadora. “Quieren que lo informemos y lo controlemos, pero la ONU no lo ha incluido en sus propios controles”, dice Patricia Martínez, la ingeniera química que dirige la agencia ecuatoriana que regula los químicos para la fabricación de drogas. Ella firmó y presentó los informes a la JIFE que mencionaban a Perú. Agregar productos químicos a la lista roja es un proceso lento, engorroso y burocrático.

Stefano Berterame, secretario interino de la JIFE, dijo en un correo electrónico que ninguno de los países afectados por el tráfico de cloruro de calcio en América del Sur inició formalmente el proceso para controlar el químico después de que su agencia llamara la atención a la comunidad internacional. “No es el único químico esencial para la producción de cocaína”, escribió.

Como todas las sustancias químicas, salvo algunas excepciones, que se utilizan para fabricar drogas ilícitas, el cloruro de calcio tiene muchas aplicaciones legales. Se usa para reducir el contenido de minerales en la cerveza, secar el concreto fresco y derretir el hielo en las carreteras. También, como se mencionó, es esencial en la industria petrolera.

Cuando ese sector experimentó una grave recesión a partir de 2013, Tetra hizo un esfuerzo para expandir las ventas en otras industrias. James Funke, quien dirige la división de productos químicos de la compañía, describió a los analistas en mayo de 2018 cómo esa estrategia impulsó un aumento de 24 por ciento en las ventas de cloruro de calcio durante cuatro años.

Las exportaciones de Tetra a Perú se dispararon a un ritmo muy superior al crecimiento global de la empresa. Entre 2015 y 2019, la compañía duplicó su participación en las importaciones peruanas del químico, a un 39 por ciento. Todo ese producto fue exportado a un vendedor de químicos de propiedad familiar llamado Químicos Goicochea SAC, que también comercializa otros insumos para la industria de la construcción y el embotellado. Enrique Goicochea, presidente de la compañía, rechazó las múltiples solicitudes de comentarios para esta historia.

Mientras la policía de Ecuador acumulaba incautaciones de cloruro de calcio de Tetra le pusieron un apodo. Debido a que las bolsas decían “Hecho en Finlandia”, los policías empezaron a llamarlo ‘finlandés’. El sargento José Coba, policía asignado a la unidad química, dice que los narcos son rigurosos con el control de calidad y les gusta más el finlandés.

Una y otra vez, traficantes de productos químicos describieron bajo interrogatorio policial cómo compraban cloruro de calcio a distribuidores en Perú, donde no se les hizo preguntas.

Los controles peruanos sobre el cloruro de calcio que entraron en vigor en enero fueron posteriores a años de presiones por parte de los gobiernos de Ecuador y Colombia. Wilfredo Albarracín, funcionario de aduanas peruano a cargo del control químico, dice que hacer que esos controles realmente funcionen será abrumador. Se supone que su división, que tiene poco personal, debe registrar y certificar a cualquier empresa que quiera importar y vender legalmente cloruro de calcio, y asignarle una cuota basada en el consumo estimado. En realidad, dice, su gobierno ni siquiera puede cuantificar la demanda legítima del químico, y mucho menos controlar las ventas. Dice que lo mejor que puede esperar es hacer que sea más difícil y más caro para ellos obtener sus productos químicos: la pérdida de cloruro de calcio equivale a menor producción de cocaína.

La policía ecuatoriana dice que ningún narcotraficante se vio más presionado por sus incautaciones de cloruro de calcio que Arizala. El capo nació en 1989 y se crió en la pobreza en el lado ecuatoriano de la frontera en un pueblo llamado Limones. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) lo reclutaron cuando era adolescente. Pronto mostró una inclinación hacia la crueldad y el liderazgo, según ‘Rehenes’, libro de 2019 de los periodistas ecuatorianos Arturo Torres y María Belén Arroyo. Arizala era supersticioso y llevaba amuletos que creía que detendrían las balas.

Su unidad de las FARC controlaba la región de Tumaco, un área cercana a la frontera con Ecuador que durante mucho tiempo había producido más hoja de coca que cualquier otra zona en Colombia. Los líderes rebeldes descubrieron que sobresalía más en el negocio del tráfico de estupefacientes que en la difusión del marxismo. Así que lo pusieron a trabajar en el oficio del que dependían para financiar su guerra. Una de sus especialidades era administrar los laboratorios clandestinos donde los trabajadores usaban una mezcla tóxica de químicos y solventes para convertir las hojas de coca en cocaína.

Cuando en 2016 las FARC acordaron deponer sus armas, Arizala se negó a renunciar a su negocio. En cambio, creó un grupo narcoguerrillero, el Frente Oliver Sinisterra. En 2018, más de 100 excompañeros de las FARC y 300 milicias civiles armadas estaban bajo su mando, según un informe de inteligencia del gobierno ecuatoriano. Arizala pronto controló un imperio, a ambos lados de la frontera, de plantaciones de coca, laboratorios y vías fluviales que desembocaban en el Pacífico, arterias vitales para el contrabando de cocaína a América del Norte.

Un gran comprador fue Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán.

Bloomberg

Las medidas enérgicas sobre el cloruro de calcio comenzaron a afectar a Arizala a fines de 2017. Los agentes de narcóticos arrestaron a tres de sus principales tenientes en enero de 2018, incluido el responsable de obtener sus químicos. Arizala comenzó a enviar mensajes de texto con fuertes amenazas a un comandante de la policía en San Lorenzo, según un informe de la OEA. Arizala advirtió en una serie de mensajes de WhatsApp que si no liberaban a sus compañeros habría bombardeos en Ecuador.

Fue entonces cuando los investigadores comenzaron a escuchar conversaciones sobre un ataque inminente en llamadas telefónicas intervenidas. También fue cuando la unidad de Gavilanes le incautó la carga de cloruro de calcio de Tetra cerca de San Lorenzo. Tres días después, Arizala bombardeó su guarnición.

En los meses siguientes, miles de tropas de Colombia y Ecuador llegaron a la región, convirtiéndola en una de las zonas fronterizas más militarizadas de América. Arizala realizó varios bombardeos y tiroteos, provocando la salida de miles de personas de sus hogares y conmocionando a una nación que nunca había vivido ataques terroristas. Sus combatientes secuestraron a dos periodistas ecuatorianos y a su chofer, quienes luego murieron en fuego cruzado cuando las tropas los asediaron. Las fuerzas militares y policiales colombianas persiguieron a Arizala a través de la selva y finalmente lo acorralaron en un pequeño pueblo, donde lo mataron a tiros en diciembre de 2018.

Sin embargo, el canal de transporte de químicos hacia los laboratorios de cocaína siguió fluyendo. Desde la muerte de Arizala, la policía ecuatoriana ha incautado regularmente múltiples cargamentos de varias toneladas de cloruro de calcio. La mayor parte del químico fue fabricada por Tetra, según los registros del caso y las entrevistas con los comandantes de policía. Incluso después de que Ecuador y Perú impusieron en marzo controles fronterizos para detener la pandemia de coronavirus, siguieron llegando camiones cargados de cloruro de calcio.

El 15 de julio, cuatro meses después del inicio de los confinamientos, la policía descubrió cuán grande sigue siendo el problema. En una redada a una bodega en el norte de Ecuador, los hombres de Gavilanes encontraron 2.2 toneladas métricas de cloruro de calcio que habían sido introducidas de contrabando al país desde Perú. Todo era de Tetra.

Ha sido un patrón durante años: a través de envíos legales a Perú, una empresa estadounidense llena y recarga un canal de productos químicos ilícitos, mientras que los contribuyentes estadounidenses financian a la policía de Ecuador para que acabe con él. Incluso después de que Bloomberg Businessweek informó a Tetra que sus exportaciones en auge a Perú se han desviado a gran escala para la producción de cocaína, la compañía se negó a identificar las acciones que planeaba tomar.

                                                         
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