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Una de cada cuatro personas en el mundo padecen uno o más trastornos mentales o del comportamiento a lo largo de su vida. Muchos enfrentan el estigma y la discriminación. Especialistas en salud mental señalan que persisten prejuicios sobre estas personas que son consideradas, de forma infundada, potencialmente violentas y peligrosas, impredecibles e incapaces de laborar.
Ilse Gutiérrez fue diagnosticada hace una década con trastorno esquizoafectivo de tipo bipolar. “Cuando acudimos al médico a explicar que vemos o escuchamos cosas que otros no, en general nos demeritan, menosprecian o no nos creen. Dejamos de ser como otro paciente, lo que decimos ya no tiene validez. Cuando revelo mi diagnóstico la gente se asusta. Es una etiqueta”.
Pedagoga e integrante de la Red Orgullo Loco México, que agrupa a pacientes de trastornos mentales que buscan su dignificación y combatir toda forma de discriminación, asegura que “nadie dice ‘yo soy paciente siquiátrico’, porque se arriesga a perder su trabajo o a ser expulsado de la escuela”.
Cuando cursaba la licenciatura y di a conocer mi diagnóstico, “me hicieron la vida imposible. Sufrí violencia y discriminación por parte de la comunidad universitaria. Decían ‘¿qué haces aquí? Deberías estar archivada en el (Hospital Siquiátrico) Fray Bernardino (Álvarez)’.
“Incluso pusieron en duda que hubiera pasado el examen de ingreso por mi condición mental. ‘Eres un peligro para la comunidad, en cualquier momento puedes agredir a alguien’. Ese discurso me lo repitieron durante meses y terminé por desertar”.
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) define esta práctica como exclusión o restricción que obstaculiza, restringe o menoscaba el reconocimiento de los derechos humanos y libertades, mientras el prejuicio es una predisposición irracional a adoptar comportamientos negativos hacia alguien, basado en una generalización errónea que lleva a emitir juicios sin sustento.
Ilse Gutiérrez fue diagnosticada hace una década con trastorno esquizoafectivo de tipo bipolar. “Cuando acudimos al médico a explicar que vemos o escuchamos cosas que otros no, en general nos demeritan, menosprecian o no nos creen. Dejamos de ser como otro paciente, lo que decimos ya no tiene validez. Cuando revelo mi diagnóstico la gente se asusta. Es una etiqueta”.
Pedagoga e integrante de la Red Orgullo Loco México, que agrupa a pacientes de trastornos mentales que buscan su dignificación y combatir toda forma de discriminación, asegura que “nadie dice ‘yo soy paciente siquiátrico’, porque se arriesga a perder su trabajo o a ser expulsado de la escuela”.
Cuando cursaba la licenciatura y di a conocer mi diagnóstico, “me hicieron la vida imposible. Sufrí violencia y discriminación por parte de la comunidad universitaria. Decían ‘¿qué haces aquí? Deberías estar archivada en el (Hospital Siquiátrico) Fray Bernardino (Álvarez)’.
“Incluso pusieron en duda que hubiera pasado el examen de ingreso por mi condición mental. ‘Eres un peligro para la comunidad, en cualquier momento puedes agredir a alguien’. Ese discurso me lo repitieron durante meses y terminé por desertar”.
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) define esta práctica como exclusión o restricción que obstaculiza, restringe o menoscaba el reconocimiento de los derechos humanos y libertades, mientras el prejuicio es una predisposición irracional a adoptar comportamientos negativos hacia alguien, basado en una generalización errónea que lleva a emitir juicios sin sustento.