El trabajo sexual en México quedó aún más precarizado con la pandemia, recortando en más de la mitad los ingresos de las trabajadoras sexuales y dejándolas más expuestas a los riesgos sanitarios, a las extorsiones de la policía y a la amenaza del crimen organizado
infobae.com
A poco más de dos años del azote de la pandemia, los estragos económicos aún están latentes. Al menos en México, muchas personas no se han recuperado del golpe en sus finanzas. Otras aún lo sufren. Y están las relegadas a las que el COVID-19 solo aorilló (aún más) a la sombra. Este último es el caso de las trabajadoras sexuales, cuya efeméride internacional se conmemora este 2 de junio.
“A veces ni siquiera ganas, o ganas un día y no ganas dos, y así sucesivamente porque sales ‘con la bendición de Dios’ como decimos, a ver si llegas a tu casa o con cuánto llegas para poder subsistir el resto del día siguiente”, compatió con Infobae Alma Delia, una mujer trans de 65 años de edad, originaria de Guerrero. Ella es una de las 15 mil 200 trabajadoras sexuales que actualmente se contabilizan solo en la Ciudad de México.
Sandra Montiel, de 41 años y originaria de Veracruz, también ha experimentado la crisis de la baja demanda como trabajadora sexual en la capital del país. “Algunos de mis clientes me han dicho ‘sabes qué no te he ido a ver porque perdí mi trabajo’ o ‘me quitaron días laborales’, ‘nos están pagando nada más la mitad con el fin de no despedirnos del todo”, relata a Infobae, “hay veces en las que (pasan) uno, dos, tres días que uno no se hace de ningún cliente… también los clientes pasan y dicen ‘quiero pero ya no tengo el completo, tengo los 150 del hotel nada más, cuando me vaya mejor me repongo contigo”.
De acuerdo con los datos recabados por Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer ‘Elisa Martínez’, A.C., asociación que durante 32 años se ha dedicado a brindar desde atención sanitaria hasta legal a unas 27 mil trabajadoras sexuales cis y trans en el país, el número de compañeras se duplicó con la crisis del coronavirus. En la capital, por ejemplo, la cifra de este sector era de 7 mil 700. De las agregadas, el 40% son mujeres que habían dejado el trabajo sexual; otro 40% iniciaron a consecuencia de la crisis; el otro 20% son las que no están en un punto específico. Y a consecuencia de eso, lamentan, esta actividad se precarizó más ya que los ingresos de las trabajadoras sexuales independientes se han disminuido hasta en un 70%.
Aunado al golpe económico, el COVID-19 incrementó el riesgo de salud en la práctica del trabajo sexual, lo que ha dejado todavía más vulnerable a un sector que ha recibido un apoyo prácticamente nulo por parte del gobierno. “Es impresionante como llega la pandemia y en los lugares dónde según ‘las atendían’ pues ya ni siquiera les dan acceso”, lamentó Elvira Madrid, presidenta de Brigada Callejera. “Tuve bajas de muchas compañeras que fallecieron porque no las atendieron hasta que estuvimos toque y toque y toque puertas y por fin se abrió la del Hospital de Nutrición, es el derecho a la salud”, recordó.
Sandra recuerda que al principio de la pandemia “junto con Brigada Callejera se pactó (con el gobierno) lo de un apoyo que iba a ser el equivalente al seguro de desempleo, aproximadamente de 2 mil 36 pesos”. Pero solo les dieron una tarjeta con la mitad del monto. “Luego, como empezamos a manifestarnos por el tema nos hicieron otro depósito de mil pesos y hasta ahí, ya no volvieron a dar ningún tipo de apoyo”.
En tanto, Alma Delia cuenta que, ante ese panorama, se han tenido que organizar entre ellas mismas para concientizarse sobre las medidas de protección que deben tomar cuando están trabajando. “Usar cubrebocas, traer nuestro gel, nuestro alcohol en la mano mientras estemos paradas en vía pública. Ya dentro del hotel pues ahora sí es de jugártela porque no sabemos si el cliente vaya infectado…. hay quienes tienen miedo a que se vayan a infectar de Covid, y hay muchos que les valen, pero nosotras no nos arriesgamos”. Incluso, recrimina el colectivo, hay clientes que se aprovechan de la necesidad de las trabajadoras sexuales para exigir sus servicios sin ningún tipo de protección.
Y, como si no fuera suficiente, la pandemia recrudeció el riesgo de seguridad que desde siempre ha acompañado al trabajo sexual ya que de acuerdo con Brigada Callejera, las compañeras quedaron aún más vulnerables a la extorsión por parte de elementos de seguridad, así como la amenaza del crimen organizado.