Tenía un corazón del tamaño del Universo

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Culiacán, Sin.

A las 12 horas, en la estancia infantil Los Jardines se sirve la comida a los niños de prescolar. En ese instante el periodista Javier Valdez Cárdenas circulaba en su automóvil Corola, de color rojo, justo frente a la guardería –a calle y media del semanario Ríodoce, una de las empresas en las que colaboraba. Se dirigía a su casa, pero un vehículo le cerró el paso, dos hombres lo obligaron a descender del vehículo y le dispararon en 12 ocasiones.

Aunque la calle es transitada y está cerca de grandes avenidas, nadie intervino. En las casas y comercios cercanos no hay cámaras de vigilancia que registraran lo ocurrido.

Tres horas antes, el periodista y escritor llegó a Ríodoce. Estacionó en reversa su automóvil. Subió al primer piso del inmueble, que se ubica en la calle Francisco Villa Poniente, número 701, esquina con Teófilo Noris, en la colonia Jorge Almada.

Acudió ahí como cada semana, pues los directivos de Ríodoce se reúnen para discutir los temas editoriales y financieros de la publicación.

Además de las cuestiones periodísticas y administrativas del rotativo semanal, durante el encuentro se habló de la necesidad de que Javier Valdez –quien siempre comenzaba sus charlas con un ¡qué onda bato!– saliera de Sinaloa, cambiara su residencia a otro estado o país. Aunque fuera sólo durante un tiempo.

La mañana del trágico lunes

Los compañeros de Javier recordaron cómo fueron la mañana y tarde del lunes pasado, día en que el escritor fue abatido.

Jesús Javier Valdez Cárdenas nació el 14 de abril de 1967 en Culiacán, Sinaloa. Se graduó en la licenciatura de sociología en la Universidad Autónoma de Sinaloa y recibió múltiples premios por su trabajo periodístico. Sus investigaciones le sirvieron para escribir libros como Los huérfanos del narco, Miss Narco y Azoteas y olvidos.

En febrero de 2003 participó en la fundación de Ríodoce, un semanario que se fue especializando en la cobertura y denuncia de casos de corrupción política y narcotráfico.

Jocoso, directo, sarcástico, Javier impregnó hasta en las paredes su forma de ser. En la puerta de su estrecha oficina en Ríodoce, hace tiempo colocó un pedazo de papel con el título:

“Unidad de Investigación

(unidad por ser uno).

Se investiga uno mismo.

Sus compañeros agregaron:

Don jefe Valdez.

El lunes, durante la reunión con sus compañeros de Ríodoce, acordó los temas que trabajaría en las siguientes semanas y luego escribió una nota sobre las movilizaciones docentes contra la reforma educativa en Culiacán.

Javier salió de Ríodoce, tomó por la calle Teófilo Noris hasta Epitacio Osuna, y ahí dio vuelta a la izquierda. Avanzó dos calles y llegó a Vicente Riva Palacio, y después hacia General Ramón F. Iturbe, todo esto significó tomar por una vía paralela a Teófilo Noris, como si regresara a Ríodoce.

Pero no, no era volver a las oficinas de la publicación, la avenida Riva Palacio es la calle que llevaba a Javier Valdez directo a su casa. Por eso tomó esa ruta. Le era común.

Sin embargo, entre Epitacio Osuna y General Ramón F. Iturbe, el periodista fue interceptado, obligado a bajar del vehículo y agredido. Le dispararon 12 veces con armas calibres 38 y nueve milímetros.

Una persona fue a avisar a Ríodoce lo ocurrido. Reconoció a Javier e informó a sus compañeros que el cuerpo del periodista estaba tirado frente a la estancia infantil Los Jardines. Sus restos permanecieron en ese lugar tres horas.

Los agresores se llevaron el vehículo. Siguieron por Riva Palacio dos calles y luego dieron vuelta sobre la avenida Aquiles Serdán. Supuestamente, un embotellamiento habría obligado a los agresores a subir a la banqueta para tratar de avanzar. Sin embargo, el coche de Javier Valdez no pasó y quedó atrapado entre una pared y un poste sobre Aquiles Serdán, entre las calles Madero y Colón.

La simpatía, el carisma y el prestigio de Javier Valdez fue tanto que centenares de periodistas y ciudadanos le rindieron homenaje todo el tiempo que su cuerpo permaneció en la capilla funeraria, que se acercaron a dar el último adiós al hombre que hizo de un sombrero Panamá uno de sus íconos.

Flores, lágrimas y recuerdos

Ríos de personas con flores, lágrimas y recuerdos desfilaron frente al ataúd, hablaron de sus enseñanzas y de sus travesías por este estado, que ha sido cuna del narcotráfico en México.

Durante una misa de cuerpo presente, su esposa Griselda dio las gracias a todos los que concurrieron al funeral. Dijo que conoció a Javier “hace casi 30 años, en marzo cumplimos 30 de casados. Era el hombre más imperfecto del mundo, pero tenía un corazón del tamaño del Universo. Se quitaba de la boca lo que tenía para dárselo a quien estaba a su lado.

“Él hizo del periodismo su vida, el periodismo al que llegó de chiripa, porque era sociólogo, y llegó porque buscábamos chamba de correctores. Así llegó al Canal 3 y ahí descubrieron una capacidad enorme que con el paso del tiempo fue desarrollando hasta llegar a donde está hoy.

A Javier le hubiese gustado un reconocimiento de su Sinaloa, pero no en un ataúd. Aquí no reconocieron su trabajo, en el extranjero sí, y se fue con esa espinita. Él estaba comprometido con quien no tenía voz.

En tanto, el fiscal Juan José Ríos declaró que las autoridades ministeriales revisan el contenido de cuatro cámaras de vigilancia para determinar el recorrido del periodista antes de ser abatido y de su vehículo después del homicidio.

Puntualizó que existen dos líneas de investigación, una relacionada con los trabajos que Javier realizaba y otra por supuesto robo de vehículo.

                                                         
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