jornada.com.mx
Tres personas que lograron escapar de uno de los camiones donde presuntamente fue secuestrado un número indeterminado de desplazados del éxodo centroamericano el sábado 3 de noviembre, describen que pasando Tierra Blanca, en Veracruz, los vehículos donde iban fueron interceptados por hombres encapuchados y armados. A partir de ese momento los desviaron de su trayecto. Describen que se trataba de un vehículo de lámina gris y toldo anaranjado.
En una serie de testimonios recabados por la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO), que serán presentados hoy ante la Fiscalía Especializada en la Búsqueda de Personas Desaparecidas de la Procuraduría General de la República (PGR), tres personas, cuyos nombres se reserva este diario por su seguridad, dan cuenta del momento en el que fueron levantados en el camino, de cómo fueron interceptados por un comando armado y de cómo fueron rescatados por dos patrullas y así pudieron escapar.
Los demás, que según escucharon eran 65 niños y siete mujeres que ya estaban vendidos, no llegaron a ningún albergue. Han intentado localizarlos en la Asunción, en Puebla y en el estadio Jesús Martínez Palillo de Ciudad de México, pero no los han encontrado.
Los hechos ocurrieron el 3 de noviembre por la noche, poco después de que el gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares, divulgara un video en el que anunció que retiraba su ofrecimiento de poner 150 camiones a disposición de la caravana que esa noche pernoctaba en Isla para que hicieran el trayecto hacia Ciudad de México sin tener que caminar largos trayectos.
Esa maniobra generó desesperación entre los migrantes y provocó una momentánea dispersión, ya que varios grupos se desprendieron de la caravana para continuar el camino por su cuenta.
Unos se encaminaron a Acayucan y otros se adelantaron hacia Tierra Blanca, Tres Valles, Córdoba o hasta Puebla.
“Adelante de Tierra Blanca veníamos caminando. Por lo general pedimos raite y esto fue lo que hicimos. Se paró una camioneta, de esas cerradas, y se bajaron unos hombres. Iban armados y obligaron a muchos a subirse. Calculo que subieron a unos 50”, explica una de las mujeres en un testimonio videograbado.
Los testigos lograron apuntar el número de las placas de los camiones y camionetas. El del toldo anaranjado tiene la placa KY 88 765, del estado de México; otro llevaba la placa GX 3391C, de Guerrero, y una camioneta pick up portaba la número KXC 7906.
En Isla, donde estaba programado que el éxodo pernoctara para continuar hacia Córdoba al día siguiente, al observar que algunos migrantes que no quisieron esperar más abordaban camiones de carga sin seguridad ni control, el titular de la DDHPO, Arturo Peimbert, y algunos integrantes de su equipo intentaron disuadirlos.
Queríamos llegar aquí rápido, refiere otra mujer que acampa en el megalbergue de la Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca. Un muchacho vestido de negro, gordito él, nos dijo que teníamos que pagar 150 pesos. Ya por Tierra Blanca nos dijo que teníamos que pagar 50 pesos más. Le dijimos que ya no teníamos. Pasando un puente había ocho hombres encapuchados. Al camión entró uno y dijo que ya todos estábamos vendidos. Todos, dijo. Y que eran 65 niños y siete mujeres.
La misma testigo relata que el camión se desvió de la carretera por un camino como piedroso cuando nos alcanzaron dos patrullas. Las patrullas nos rescataron. Explica que al llegar a una gasolinera, cuando supuestamente nos iban a subir a un furgón, varios lograron salir del camión. Así se salvaron de lo que se presume era un secuestro masivo. Refiere que el camión en la que ella iba era de lámina gris y toldo anaranjado.
Otro hombre admitió que desoyeron la recomendación de los defensores, porque uno lo que quiere es llegar al destino donde va. Y uno arriesga la vida.
Asegura que en el camión donde él iba venían muchos niños. En un paraje solitario el vehículo se paró, “se bajó un ayudante de la cabina y aparecieron unos enmascarados con cuernos de chivo. Gracias a Dios nadie de los armados se subió atrás. Íbamos bien espantados. Más adelante nos pararon otra vez. Yo, encomendándome a Dios, le dije a las demás personas: ‘si nos tocó, pues ya ni modo’. Yo ando con una muchacha con sus hijos. Temblaba. Y gracias a Dios le tocó el corazón a esa gente y nos pudimos salvar”.