Los estragos por el COVID provocaron que, en abril, 12 millones de personas perdieran su empleo.
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“Me quedé sin ingresos y dependen de mí 3 personas”
Antes del confinamiento por la pandemia del COVID-19, Ricardo Castillo Reséndiz, de 31 años, percibía, en El Buen Sazón, un pequeño restaurante ubicado muy cerca de la Cámara de Diputados donde trabaja como mesero, 250 pesos diarios de salario y alrededor de 300 pesos de propinas.
Sin embargo, Ricardo, de cuyo salario dependen tres personas, su esposa y sus dos hijas de tres y cuatros años de edad, se quedó prácticamente sin ningún ingreso desde mediados de marzo pasado, cuando cerró El Buen Sazón, el negocio que depende de los comensales que asisten de la Cámara baja.
Desde entonces, Castillo Reséndiz, quien vive en Ixtapaluca, Estado de México, no ha recibido ningún tipo de apoyo, no sólo del gobierno mexiquense, sino mucho menos del gobierno federal, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
“Aquí hay una organización llamada Antorcha Campesina, que los líderes encargados de las colonias habían dicho que este señor Alfredo del Mazo iba a dar una supuesta ayuda.
“De hecho, nos hicieron colocar pancartas afuera de las casas con el hashtag #EnCasaYSinComida, porque este señor iba a venir a ver. (…) Pero es la fecha que no hemos recibido absolutamente nada, nada, nada, ni una despensa ni un apoyo”, narra.
 ¿Te quedaste sin ingresos?
 Prácticamente me he quedado sin nada, sin absolutamente nada. Apenas fue esta semana que pasó que se empezó a generar un poquito de ingreso, porque también le sé un poco de albañilería, plomería y a la electricidad, entonces en realidad es lo que hacemos ahorita esta semana que pasó salió un trabajo el miércoles pasado.
“Por el momento, hasta ahorita, no se ha generado nada. Ahora sí que sobrevivir de unos ahorritos que tenía por ahí”, añade.
- ¿De tu salario cuánta gente dependía?
- De mi salario dependían tres personas, que es mi esposa y mis dos niñas chiquitas. Tengo una de tres y una de cuatro años.
En El Buen Sazón, recuerda Ricardo Castillo, trabajan “en total nueve personas y a todos nos descansaron. Y nos dieron fecha de regreso en apariencia la primera vez para el 20 de abril, pero ya de ahí surgió todo lo demás, de que iban aumentando los casos (de Covid-19). Luego cambió el semáforo a rojo y hasta la fecha no tenemos una fecha de regreso”.
- ¿Tus compañeros están en la misma circunstancia o han tenido que buscar otras oportunidades?
- Básicamente están en las mismas circunstancias. Ojalá se componga esto, porque sí dependemos del empleo. Lamentablemente no tenemos como tal trabajo formal. Prácticamente dependo de mi empleo para sostener a mi familia, porque los otros son ingresos extras. Yo esperaría que esto se mejore pronto…
- ¿Sería importante que tanto el gobierno local como federal les diera un salario no sólo a los trabajadores formales, sino también a los informales?
- Yo sí lo considero importante, quizá no un salario, básicamente un apoyo para la comida, que es lo fundamental para sobrevivir. Ya como sea ahorita no puede uno salir ahorita a dar la vuelta, porque hay cuidar a la familia y cuidarse uno mismo.
Especial
De estudiar gastronomía, a vender dulces en microbuses
La epidemia del coronavirus “me dejó sin empleo, en la incertidumbre, me sacó de la cocina y me envió literal a la calle”, dice David Pérez Vallejo.
“Iba muy bien para mi carrera de chef, inicié en enero en lavado de loza en el Centro Nacional de Desarrollo de Talentos y Alto Rendimiento (CNAR); en un mes subí a la plancha de carnes y estaba a punto de pasar a cocina general, cuando llegó el coronavirus y me tumbó todos mis sueños. Me pidieron mi renuncia”, cuenta el joven.
“Del salón de clases de la Universidad Insurgentes donde estudiaba para chef, hoy ando en microbuses, con pena y regaños de los choferes, vendiendo dulces, cacahuates. Me da pena, pero es más el miedo que tengo de qué va a pasar. ¿De qué vamos a vivir en estos meses y los que vienen si no habrá empleos?”, platica Pérez Vallejo a El Financiero.
De 28 años, David es ya padre de tres niñas –de seis, cuatro y un año de edad–, tiene estudios universitarios truncos y su salario era de apenas mil 200 pesos semanales en el CNAR, “con la esperanza de subir de categoría y tener más remuneración”, cuenta.
Con la venta de dulces y cacahuates, de alrededor de 2 mil 500 semanales y mi salario de cocinero “apenas iba sobreviviendo, pero ¿ahora qué vamos a hacer? Nadie te apoya, nadie te dice nada seguro. De marzo pasado a la fecha llevamos tres meses y no se ve nada claro”, comenta el estudiante con tristeza, enojo y desesperación.
David es un joven emprendedor, busca trabajar para juntar un pequeño capital y poner su propio negocio. Murió su padre hace apenas año y medio y su madre, en una pequeña tienda de abarrotes, trata de apoyar a tres hijos. Uno quiere ser chef, otro terminó la carrera de Psicología, está en proceso de titulación, pero lleva ya tres años sin poder encontrar trabajo, y una hija que trabaja como ayudante de comerciante y con deseos de estudiar mercadotecnia. Para sus estudios todos tienen que trabajar.
“Es una tristeza lo que vivimos los jóvenes de escasos recursos, para estudiar tienes que trabajar y para trabajar debes estudiar, pero en las dos cosas se te cierran las oportunidades. Gobiernos van, gobiernos vienen, todos prometen muchas cosas y casi nadie cumple. Ya sea el PRI, el PAN, PRD, Morena y la gente sigue igual”, se queja el joven de 28 años.
Una empresa externa que presta sus servicios al Centro Nacional de Desarrollo de Talentos y Alto Rendimiento lo contrató, pero en el momento en que se declaró la emergencia sanitaria debido al Covid-19, le pidieron descansar una semana sin salario; sin embargo, a los pocos días le dijeron que dejaría de laborar un mes y que se reincorporaría al pasar esta epidemia.
No obstante, más tarde le indicaron que debía firmar su renuncia para evitar conflictos y facilitar su recontratación cuando la contingencia sanitaria se acabe. Ya van tres meses y David sigue en espera de una respuesta. Con información de Víctor Chávez
Especial