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Nueva York. James Comey, en sus primeras declaraciones públicas desde que fue despedido como director de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) por Donald Trump, explicó este jueves ante el Senado que documentó cada uno de sus intercambios con el presidente porque sospechaba que llegaría el momento en el que el mandatario mintiera sobre ellos, lo acusó de difamarlo a él y a la FBI, comentó que interpretó como orden la sugerencia de que suspendiera la investigación sobre su ex asesor de Seguridad Nacional y que fue despedido por la manera en que estaba manejando la investigación de posible colusión de la campaña electoral de Trump con los rusos.
En su comparecencia ante el Comité de Inteligencia del Senado, Comey pacientemente contó de sus nueve intercambios a solas cada vez más incomodos con el presidente y explicó que empezó a documentarlos desde el primero en enero cuando Trump era aún presidente electo, ya que “estaba honestamente preocupado de que él podría mentir sobre la naturaleza de nuestra reunión”. Indicó que nunca había experimentado algo parecido anteriormente ni con Barack Obama o George W. Bush.
Acusó que fue despedido por Trump el 9 de mayo con base en mentiras, y que el gobierno de Trump “optó por difamarme y, más importante, a la FBI” al declarar que la agencia estaba en un estado de “desorden” y que él no gozaba del apoyo de sus filas. “Esas eran mentiras, plena y simplemente”.
Ante las confusas razones oficiales por su despido, Comey afirmó que “es mi juicio que fui despedido por la investigación rusa. Fui despedido para de alguna manera cambiar o para caminar el esfuerzo, de como se estaba conduciendo la investigación sobre Rusia”.
En respuesta a interrogatorios de senadores del comité, en turnos por afiliación partidaria, Comey mantuvo su imagen como alguien “derecho” y “franco”, a pesar de intentos de algunos republicanos de culparlo porque nunca le dijo a Trump que sus interacciones personales no eran apropiadas. Los demócratas buscaron culpar al presidente de obstrucción de justicia.
Comey aceptó que tal vez debería de haberle informado al presidente que sus solicitudes de “lealtad” personal, su sugerencia de que suspendiera parte de la investigación y que anunciara que Trump no estaba personalmente bajo investigación, entre otras, no eran apropiadas ya que la FBI tenía que mantener su independencia e integridad, pero argumentó que estos intentos del presidente lo “asombraron” al inicio y que eventualmente sí solicitó que el procurador general Jeff Sessions no permiriera que el presidente estuviera a solas con Comey.
Aunque rehusó repetidamente acusar al presidente de obstrucción de justicia, insistiendo en que eso es algo que tendrá que determinar el nuevo fiscal especial, Robert Mueller, quien ahora encabeza la investigación del Departamento de Justicia sobre las relaciones de socios de Trump con oficiales rusos cultivó el terreno para esa conclusión.
Comey comentó que en una reunión en la Casa Blanca -después de que Trump sacó a todos los otros asistentes incluyendo al procurador general (el superior directo del director de la FBI)- Trump abordó el asunto de la investigación sobre su ex asesor de Seguridad Nacional Michael Flynn y sus relaciones con oficiales rusos, comentando “espero que puedas dejar ir esto”. Aunque algunos republicanos insistieron en que decir “espero” no era una solicitud, y menos una orden, Comey respondió que aunque no era explícito, “yo lo tomé como una instrucción, este es el presidente de Estados Unidos. Lo tomé como una directiva”.
En una revelación sorprendente, Comey admitió que él estaba detrás de la filtración al New York Times de los detalles de su memorándum sobre la reunión con Trump relacionada con el caso de Flynn. Contó que envió su resumen de ese intercambio a un amigo que es profesor de leyes en la Universidad de Columbia (el Washington Post más tarde lo identificó como Daniel Richman de la Escuela de Leyes) con instrucciones de filtrarlo a un medio después de que Trump había amenazado en un tuit que Comey debería de tener miedo al insinuar que había grabaciones de las conversaciones privadas entre el presidente y el director de la FBI. Ante ello, determinó que era importante sacar esa información al público, y que lo hizo en su capacidad de ser, ahora, un ciudadano privado. Pero que también sabía que eso podría impulsar el nombramiento de un fiscal especial para el caso -algo que sucedió poco después al designar a Mueller.
Hoy Comey dijo que esperaba que sí existieran tales grabaciones y que éstas se hicieran públicas lo antes posible.
La sesión fue trasmitida en vivo por las tres cadenas nacionales -interrumpiendo su programación normal de telenovelas, programas de chismes y de juegos- junto con todos los canales de noticias y los sitios cibernéticos de todos los medios impresos en lo que se había calificado como un evento de proporciones históricas (algo comparable a las audiencias durante los escándalos de Irán Contra o Watergate). Después de casi tres horas, la sesión pública concluyó y minutos después arrancó una segunda sesión a puerta cerrada para abordar aspectos “clasificados”.
La reacción inmediata de la Casa Blanca fue asegurar que “el presidente no es un mentiroso”.
En un discurso a mediodía, el propio Trump declaró que él y sus simpatizantes están “bajo sitio”, pero que saldrán de esto “más fuertes que nunca”.
Poco después, el abogado externo de Trump, Marc Kasowitz, encargado de defender personalmente al presidente, atacó a Comey por revelar los contenidos de sus memorandos y amenazó que las autoridades determinarán si es necesario investigarlo por ello. En una declaración esta tarde, afirmó que “Comey admitió que unilateralmente… hizo divulgaciones no autorizadas a la prensa de comunicaciones privilegiadas con el presidente”. A la vez, aseguró que Trump jamás solicitó “lealtad” personal o que pidió que se dejara de investigar a cualquier persona.