Las consecuencias del COVID-19, como desempleo y cierre de escuelas, las afectaron.
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Ashley Reckdenwald ama su trabajo, pero en tiempos de coronavirus alguien tiene que quedarse en casa con los niños.
Reckdenwald, auxiliar médico de 36 años en Princeton Junction, Nueva Jersey, es una de 23.5 millones de madres trabajadoras con hijos menores de 18 años que representan casi un tercio de la fuerza laboral femenina en Estados Unidos. Con el cierre de escuelas y guarderías en marzo, tomó la dolorosa decisión de priorizar a sus hijos sobre su carrera.
“Sabía que tenía que poner a mis hijos primero y a mi profesión en pausa, pero es como si esta pandemia obligara a las mujeres a retroceder diez pasos”, menciona Reckdenwald, quien estaba en el proceso de cambiar de trabajo cuando llegó el COVID-19.
Reckdenwald resolvió que, al menos durante el verano, no buscará empleo para quedarse en casa con sus tres hijas, la mayor de las cuales tiene 5 años. Su esposo, ingeniero, trabaja en una obra naval y es el sostén de la familia, por lo que la decisión era más sencilla, pero Reckdenwald teme que esta pausa pueda dañar su potencial de ingresos a largo plazo, sin mencionar su paz mental.
“Trabajar me satisface, me ayuda a mantener la perspectiva y priorizar”, cuenta. “Me gusta darle ese ejemplo a mis hijas cuando hablo de mi día y de las personas que atendí”.
La pandemia ya ha dado pie a la tasa de desempleo más alta en el país desde la Gran Depresión. El año pasado, las mujeres constituyeron la mayoría de la fuerza laboral de Estados Unidos por primera vez en casi una década. En marzo y abril, representaron el 55 por ciento de los empleos perdidos, y el porcentaje fue aún mayor en sectores dominados por mujeres, como el comercio minorista, los viajes y la hospitalidad, según el centro de investigación Institute for Women’s Policy Research.
La pandemia tampoco ha perdonado a los hombres, pero la investigación preliminar sugiere que las mujeres se han visto afectadas de manera desproporcionada. Están perdiendo empleos a tasas más altas que los hombres, representan una mayor proporción del personal contratado por hora que no goza de baja remunerada por enfermedad y están asumiendo la mayor parte de las tareas adicionales del hogar y del cuidado infantil, según una encuesta de abril realizada por Lean In y SurveyMonkey.
Incluso en el proceso de desconfinamiento y reactivación económica, las madres trabajadoras afirman que, ante las pocas guarderías abiertas, no tienen más elección que reducir sus ambiciones profesionales, abandonar el mundo laboral o sacrificar horas de sueño y salud mental para hacer malabares con el trabajo y el cuidado infantil al mismo tiempo.
Como las mujeres ganan alrededor del 80 por ciento de lo que ganan los hombres, a menudo son ellas las que que terminan haciendo sacrificios profesionales en los hogares heterosexuales con dos salarios. Economistas y activistas de los derechos laborales advierten que esas decisiones podrían tener consecuencias catastróficas para las mujeres.
“Las familias toman decisiones difíciles cuando se trata de quién será el cuidador y quién el proveedor en la pandemia, y, en muchos casos, maximizar los ingresos del hogar significa que la mujer se queda en casa”, expone C. Nicole Mason, directora del Institute for Women’s Policy Research. “Si a eso le sumamos el impacto desproporcionado de la pérdida de empleos en las mujeres durante esta pandemia, el impacto económico podría ser devastador en las familias, así como en los ingresos a largo plazo y el avance profesional de las mujeres”.
En la recesión de 2008, los sectores más golpeados fueron las industrias dominadas por hombres, como la construcción y la vivienda. Durante la recuperación, señala Mason, muchas madres trabajadoras volvieron a la escuela o se prepararon en nuevos campos para aumentar su capacidad para obtener ingresos. Hoy esa opción no es posible para muchas mujeres ante la falta de guarderías.
Para Mason, gobiernos y empresas ahora deben elegir: renunciar a los avances (obtenidos con tanto esfuerzo) entre las mujeres trabajadoras, o utilizar la pandemia para formalizar políticas que podrían ayudar a generar una recuperación equitativa, como licencias por enfermedad con goce de sueldo, acuerdos laborales flexibles y apoyo para guarderías.
En marzo, el 14 por ciento de las mujeres estadounidenses con trabajo a tiempo completo e hijos en casa ya estaban evaluando dejar su empleo para cuidar a sus familias, frente al 11 por ciento de los hombres, según un sondeo de Syndio, una compañía que desarrolla software empresarial para departamentos de recursos humanos.
Puede que las redes sociales estén llenas de fotos sonrientes de madres trabajadoras horneando pan y haciendo manualidades con sus hijos entre reunión y reunión de Zoom. Pero las mujeres suelen dedicar 20 horas más a la semana al trabajo doméstico y al cuidado de la familia que los hombres, reveló la encuesta de Lean In, señalando que las mujeres de color y las madres solteras dedican aún más horas.
“La pandemia amplificó una situación ya insostenible, en la cual las mujeres trabajan sin descanso, ahogadas en el trabajo y a cargo de los niños”, señala Alexis Barad-Cutler, quien dirige una comunidad de mujeres en línea llamada Not Safe For Mom Group y tiene dos hijos, de 6 y 8 años.
“Las madres trabajadoras ya ganamos menos que nuestros pares masculinos y ahora, debido a que no somos las del salario más alto, dejamos de lado nuestra carrera”, dice Barad-Cutler, quien asumió la educación de los niños en casa porque su pareja, abogado en Nueva York, es el sostén de la familia.
Ahora cuida a sus hijos en el día y trabaja de las 9 de la noche a la una de la madrugada.
Muchas mujeres no pueden desatender el trabajo. Hay 15 millones de mujeres en EU cuyo salario representa al menos el 40 por ciento del ingreso familiar, según el Institute for Women’s Policy Research. Eso significa que la mitad de todas las madres en EU con hijos menores de 18 años (y cuatro de cada cinco madres negras) sostienen el hogar.
Kai White, madre soltera de California, dice que el cierre de escuelas y la inflexibilidad de su trabajo la tienen angustiada: “O bien descuidar a mis hijos y sus tareas, o arriesgarme a ser despedida”.
White, de 31 años, es reclutadora en una compañía de contratación de personal con 200 mil empleados. Considerado un negocio esencial, la compañía no ha suspendido los eventos de reclutamiento cara a cara.
Habiendo agotado su licencia con goce de sueldo, no tuvo más remedio que pedir una licencia sin goce de sueldo. Como su empleador permite solo 30 días de licencia personal, volvió a su trabajo el 1 de junio.
“Estoy en pánico”, dice White. “Necesito dinero para el alquiler y la comida, pero no puedo arriesgarme a contraer la enfermedad o dejar a dos niños pequeños en casa al cuidado de mi hijo de 12 años”.
En marzo, el Congreso de EU aprobó una ley que garantiza 12 semanas de licencia remunerada a los padres cuya escuela o proveedor de cuidado infantil están cerradas a raíz del coronavirus. Pero las empresas que tienen más de 500 empleados están eximidas.
“A estas compañías se les dio un vacío legal bajo el supuesto de que ya tenían medidas establecidas para lidiar con la licencia médica”, indica Daphne Delvaux, abogada litigante del bufete Gruenberg Law en San Diego. “Pero no sirve, porque es una licencia por el cierre de escuelas, que no existe en las políticas de las compañías. Escucho historias de mujeres que permanecen despiertas toda la noche trabajando, solo para conservar sus empleos”.
Una clienta suya fue despedida con 39 semanas de embarazo. Su compañía lo atribuyó a la pandemia, pero fue la única que perdió su empleo.
Los trabajadores de Microsoft pueden tomar 12 semanas de licencia parental relacionada con la pandemia, Google da 14 semanas, Facebook cuatro y Goldman Sachs Group 10 días.
A pesar de que dos de cada cinco familias en EU tienen hijos menores de 18 años, el 60 por ciento de los trabajadores refieren que su empleador no ha ofrecido flexibilidad, según la encuesta de Lean In.
“Esa es la parte profundamente sexista de este virus”, comenta N. Leahy, una planificadora de eventos de 31 años que vive en Rhode Island y era la principal fuente de ingresos de su familia antes de la pandemia. “Obliga a elegir qué parte de tu identidad se va a imponer, ser madre o empleada”.
Leahy había planeado incorporarse a su trabajo en junio después de tomar la licencia de maternidad. Ahora, su jefe no sabe si su trabajo seguirá existiendo, aunque Leahy tampoco está segura de querer volver.
Ante la destrucción del empleo en el país, Leahy cuenta que sus amigas temen perder sus empleos si reconocen ante sus empresas que tienen dificultades. “Me sorprende el nivel de ansiedad y desesperación que veo en los grupos de Facebook y las conversaciones en voz baja que no veo en la tele o en Instagram que aconsejan hacer yoga y escribir bitácoras para mejorar la productividad”.
Por ahora, Leahy menciona que su familia sobrevivirá de los ingresos de su esposo, pero anticipa que las consecuencias a largo plazo podrían ser devastadoras para las mujeres. “Sabemos que la elección tiene que ser nuestros hijos, pero eso no hace que sea más fácil o menos doloroso para nosotras en lo personal, ni para la economía ni la sociedad en general”.