Desde 2005 quedó al descubierto la relación entre la policía de Genaro García Luna con el Cártel de Sinaloa y su apoyo en la guerra contra Los Zetas
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Uno de los episodios más oscuros en materia de impartición de justicia en México se presentó en cadena nacional por la mañana del 8 de diciembre de 2005, cuando una joven francesa (Florence Cassez) fue exhibida como integrante de una banda de secuestradores; sin embargo, detrás del montaje orquestado por Genaro García Luna estaba detrás un crimen que involucró a uno de los cárteles más violentos de la historia: Los Zetas.
A punto de cumplirse 19 años del caso Florence Cassez e Israel Vallarta, el periodista José Reveles trae a la memoria los posibles motivos que impulsarían a Genaro García Luna y a Luis Cárdenas Palomino a montar la falsa captura de la pareja y transmitirla en cadena nacional.
Todo se remonta al 15 de mayo de 2005, cuando Sergio Alberto Ramón Escamilla (junto a dos de sus familiares), Juan Miguel Vizcarra, Andrés Tamariz y Edgar Eduardo Ortiz Paredes fueron secuestrados en Acapulco, Guerrero, por civiles armados y una persona vestida con un uniforme de la Agencia Federal de Investigación (AFI), entonces al mando de Genaro García Luna.
Los seis rehenes fueron conducidos a una casa de seguridad de Edgar Valdez Villarreal, mejor conocido como “La Barbie”, para entonces jefe de plaza del Cártel de Sinaloa en Guerrero y encargado de hacer frente a la guerra que El Chapo Guzmán y El Mayo Zambada le lanzaron a Los Zetas.
García Luna al servicio del Cártel de Sinaloa
En su libro “Necropolítica y Narcogibierno”, José Reveles revela que desde ese año 2005 las autoridades mexicanas -incluidos los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón– ya sabían que las policías municipales y federales estaban coludidas con el crimen organizado, en específico con el Cártel de Sinaloa.
Para julio de 2005 las investigaciones de la Procuraduría General de la República (PGR) revelaron que al menos tres de los plagiarios eran elementos activos de la AFI: “federales corruptos se encargaron de capturar a cuatro sicarios del grupo Los Zetas, en Acapulco, para entregarlos directamente al Cártel de Sinaloa”, escribe José Reveles.
El escándalo era mayúsculo, agentes federales al servicio del narco; sin embargo, las autoridades no hicieron público el caso hasta diciembre de 2005, cuando los diarios estadounidenses Kitsap Sun y The Dallas Morning News revelaron los videos de los interrogatorios, tortura y ejecución de los cuatro Zetas.
Más de siete meses después del crimen, el entonces subprocurador de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada, José Luis Santiago Vasconcelos, salió a declarar que los AFIs involucrados (ocho cuando menos) eran unos “traidores”.
Florence Cassez y García Luna
El poder de Genaro García Luna era tal -escribe José Reveles- que a pesar de un escándalo de esa magnitud logró conservar su cargo; sin embargo, para que el nombre de la policía que el creó (la AFI) y el suyo propio no siguieran bajo escrutinio, “a la semana siguiente de la transmisión del videocrimen ofreció a la opinión pública el más famoso de todos sus shows mediáticos: la detención falsamente in fraganti de la francesa Florence Cassez y su exnovio Israel Vallarta Cisneros”.
José Reveles destaca que “en la práctica” el caso Florence Cassez sirvió como distractor para tapar un “escándalo con uno más grave” y que derivó en un conflicto diplomático entre México y Francia entre los expresidentes Felipe Calderón y Nicolás Sarkozy.
Florence Cassez fue liberada en enero de 2013; Israel Vallarta sigue preso, pero sin condena; al menos cinco agentes de la AFI que participaron en el secuestro y ejecución de Los Zetas fueron vinculados a proceso; ningún alto mando de la AFI en Guerrero fue investigado “como si los agentes se mandaran solos”; García Luna cayó preso en 2019 y espera una condena por cinco delitos (incluido tráfico de drogas) en EEUU; y quedó claro que desde 2005 el Cártel de Sinaloa infiltró a las policías federales y que los altos mandos y los expresidentes sabían de estos nexos, resalta José Reveles.