En honor de la santa patrona de los mexicanos
Con pandemia o sin pandemia, el fervor de los vallartenses, es impresionante en honor de la Virgen de Guadalupe, madre y patrona de los católicos mexicanos, hoy en su día.
12 de diciembre, fecha en la que como cada año hasta el 2020, se llevaba a cabo la peregrinación de los favoritos, paralizando el centro de Puerto Vallarta.
Como consecuencia del Covid-19, el año pasado y el presente las aglomeraciones mayores de personas, fueron suspendidas para evitar posibles nuevos contagios.
Medidas dictadas por los integrantes de la Mesa de Salud de Jalisco.
Sin embargo, como es una tradición de las familias vallartenses, desde temprano esta madrugada, acuden grupos reducidos a venerar a la Virgen de Guadalupe.
Las misas son reducidas y para mayor comodidad se instalaron lugares especiales afuera del recinto para una mayor comodidad.
Durante todo el día de hoy, se observa el ir de familias a dar gracias por la huida brindada a las personas por parte de quien es considerada la patrona de los mexicanos fieles a la religión católica.
Contexto
Para el mundo católico es importante mencionar que Nuestra Señora de Guadalupe, conocida comúnmente como la Virgen de Guadalupe, es una aparición mariana de la iglesia católica de origen mexicano, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la basílica de Guadalupe, ubicada en las faldas del cerro del Tepeyac, en el norte de la Ciudad de México.
De acuerdo a la tradición oral mexicana, y lo descrito por documentos históricos del Vaticano y otros encontrados alrededor del mundo en distintos archivos, María la madre de Jesús se apareció en cuatro ocasiones al indígena chichimeca Juan Diego en el cerro del Tepeyac, y en una ocasión a Juan Bernardino, tío de Juan Diego.
El relato guadalupano conocido como Nican Mopohua narra que tras la primera aparición, la Virgen ordenó a Juan Diego que se presentara ante el primer obispo de México, Juan de Zumárraga, para decirle que le erigieran un templo. Ante el escepticismo de Juan de Zumárraga pidió una prueba a Juan Diego. En la última aparición de la Virgen y por orden suya, Juan Diego llevó en su ayate unas flores que cortó en el Tepeyac, se dirigió al palacio del obispado y desplegó su ayate ante el obispo, dejando al descubierto la imagen de la Virgen María, cuyos rasgos han sido interpretados como «mestizos» a pesar de ser de piel mucho más clara que su homónima española.
Según el Nican Mopohua, texto publicado en el siglo XVII, las apariciones tuvieron lugar en 1531, ocurriendo la última el 12 de diciembre de ese mismo año. La fuente más importante que las relata fue el mismo Juan Diego, que habría contado todo lo que había acontecido. Posteriormente esta tradición oral fue recogida en un escrito con sonido náhuatl pero con caracteres latinos (técnica que ningún español sabía hacer y que solo muy rara vez usaban los indígenas); este escrito es llamado el Nican mopohua, y es atribuido al indígena Antonio Valeriano (1522-1605).
Posteriormente en 1648 es publicado el libro Imagen de la Virgen María Madre De Dios de Guadalupe por el presbítero Miguel Sánchez, contribuyendo a recopilar todo lo que se sabía en la época sobre la devoción guadalupana.
