La definición del deporte más popular en USA se juega este domingo: entradas, ratings, apuestas, comerciales, show, lo que se consume y hasta el mito del posible colapso de cañerías explican un fenómeno único
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Imaginensé cerca de 110 millones de personas yendo al baño al mismo tiempo. Podrían causar un desastre cloacal. Ese miedo existió siempre en Estados Unidos hasta transformarse en un alerta ante cada Super Bowl, la final de fútbol americano que paraliza a un país como ningún otro evento en el año. Durante una semana antes hasta este domingo, cuando los Eagles de Philadelphia se enfrenten a los Chiefs de Kansas City, prácticamente no se habla de otra cosa. El campeón del deporte más popular en USA se define en 60 minutos netos y pocos se atreverse a moverse de sus asientos en los cuatro períodos que dura el parrido.
Claro, el momento es en el mediotiempo y justamente antes del show musical que en este caso tendrá a Rihanna como plato fuerte. Por eso, históricamente, muchas ciudades que no han invertido tanto en el sistema de desagües solicitan que los aficionados no pasen por el toilette al mismo tiempo. Muchos creen que es un mito, pero en realidad una vez sucedió: fue en Salt Lake City, en 1984, cuando cañerías viejas cedieron en Utah. Claro, luego se estudió el fenómeno. Según un gráfico de la empresa Roto-Rooter, la cantidad de agua que se va por los inodoros durante el medio tiempo de la finalísima equivale a siete minutos de agua caída en las cataratas del Niágara.
El Departamento de Protección del Medio Ambiente de New York tuvo que hacer mejoras para actualizar el sistema de su red de distribución de aguas, específicamente en febrero, debido al Super Bowl. Este es apenas un ejemplo de lo que genera este partido, que se sabe es justamente mucho más que eso. Se trata de un espectáculo, un show, el evento líder de la gigantesca maquinaria de marketing que enciende Estados Unidos cuando se juegan sus deportes más importantes. En este caso, el más popular. Por lejos. Para tomar dimensión: dentro de los 100 programas de TV más vistos en 2022, hubo 87 partidos de fútbol americano contra dos del Mundial de fútbol y 0 (sí, cero), de la NBA, por caso. Y, si hablamos de la historia, 8 de los 15 más vistos son estos Superbowls.
Hablamos del segundo evento social de USA con más consumo de alimentos y bebidas, detrás del Día de Acción de Gracias. Durante el conocido como Super Sunday, la gente se junta en familia o con amigos para verlo elevando el gasto total a 14.500 millones de dólares. Hace un año se compraron 5.352.400 kilos de papas fritas, 1.814.300 kilos de pochoclo, 1.360.700 kilos de maníes, nueces y almendras, y la incalculable apertura de latas y botellitas de cerveza. Una de las principales cadenas de pizzas asegura haber vendido 1.200.000 unidades, un 43% más de lo que sale en un domingo común y corriente. No es casualidad que el lunes, día laborable, se produce la mayor cantidad de llamadas a las oficinas dando parte de enfermo.
Los estadounidenses viven esta final -y este deporte- con una pasión similar a la argentina con el fútbol. La diferencia es que, detrás de este partido, hay un criterio de comercialización impactante que hace que el juego mueva más de 5000 millones de dólares. No sorprende que el último acuerdo de la NFL por los derechos de TV haya ascendido a 110.000 millones de dólares. Tampoco que las entradas oscilen hoy entre 6000 y 25000 dólares, todavía lejos del récord del año pasado, que ascendió a 72.500, por haberse jugado en una de las mecas del entretenimiento, Los Angeles. El State Farm, en Glendale, Arizona, estadio inaugurado en 2006 y que tiene una superficie retráctil, volverá a quedar chico (capacidad para 63.400), como en las anteriores dos veces que albergó la final. No es casualidad. Todas las ciudades pugnan por tener el partido, que en este caso se calcula que dejará cerca de 125.000 millones para las empresas locales: esto incluye 78 millones para alojamiento, 13 millones para transporte y 35 millones para restaurantes.
El otro mercado que se beneficiará enormemente es uno en pleno auge, el de las apuestas, que ahora ha sumado cuatro estados más que han aprobado su legalidad. Se espera que la cifra en todo el país ascienda a un récord de 16.000 millones, un aumento del 110% con respecto al año pasado, según una encuesta de la American Gaming Association. Se cree que harán sus apuestan al menos 50 millones de estadounidenses adultos, un crecimiento del 61% con respecto al récord del año pasado. En Nevada, por caso, donde los apostadores apostaron USD 180 millones en el Super Bowl de 2022, según la Junta de Control de Juegos del estado se espera que el Gran Juego sea aún más grande este año.
“Espero que se rompa el récord”, avisó John Murray, director ejecutivo de carreras y deportes de Superbook en Westgate Las Vegas, para luego dar una explicación. “Kansas City es un equipo con muchos seguidores a nivel nacional, es su tercer Super Bowl en los últimos cuatro años y Patrick Mahomes es la cara de la NFL. Y, por otro lado, Philadelphia tiene una gran base de fanáticos nacionales”, completó.
Lo más sorprendente es que se puede apostar por todo, desde el lanzamiento de la moneda para ver quién saca -el clásico cara o cruz- hasta de qué color será el Gatorade que verterán sobre el entrenador ganador del Super Bowl -amarillo y verde picaron en punta-, pasando por quién anotará el primer touchdown o si alguno de los goles de campo o extra puntos pegarán en alguno de los postes.
Claro, en todo ayuda que sea un solo partido, una final, con un ganador y un perdedor, una necesidad que los estadounidenses llevan en la sangre. En los otros deportes top, como el básquet, el béisbol y el hockey sobre hielo, hay series, definiciones al mejor de siete juegos y eso lo diferencia de la NFL, más allá. Hablamos de una organización que, con su política de desarrollo y difusión, se encargó de convertirlo en una fantástica tradición en la que confluyen el deporte, el espectáculo y los negocios. Todo gira alrededor del Super Bowl. Las estadísticas, tan necesarias para esta nación de 340.000.000 de habitantes, sirven para comprenderlo y verificarlo.
La historia de esta finalísima arrancó en 1967, 45 años después de la creación de la NFL, cuando la principal competición del fútbol americano tuvo que competir con otras ligas por la supremacía. Durante años había sido un deporte secundario, tapado por el éxito del béisbol, el llamado “pasatiempo favorito” en Estados Unidos. Pero poco a poco el fútbol americano fue ganando popularidad y surgieron nuevas competiciones, como la AFL, fundada en 1960 por Lamar Hunt, propietario de los Kansas City Chiefs, cansado de que la NFL vetara su entrada en su competición recurrentemente. La rivalidad entre ambos campeonatos provocó que en junio de aquel 1966 ambos torneos llegaran a un acuerdo para que sus ganadores se enfrentaran entre ellos, para dirimir quién era el verdadero campeón mundial. Tan pretencioso como acertado. Hoy es un negocio bestial que, justamente, volverá a tener a los Chiefs en la definición, como en 2021, cuando perdieron ante los Tampa Bay Buccaneers, aquel equipo donde brillara y fuera campeón (en 2003) el argentino Martín Gramática.
Si nos metemos en lo deportivo, hay que decir que Philadelphia Eagles llega a la gran final tras derrotar 31-7 en casa a los 49ers haciendo brillar a su defensa y aprovechando la ausencia del quarterback rival, Brock Purdy. Así logró su arriba a la cuarta definición en la historia. Kansas City Chiefs logró su pasaje tras derrotar 23-20 a los Bengals, cobrándose revancha de lo sucedido hace un año, cuando ambos equipos se enfrentaron en la final de la Liga Americana.
Será la primera vez en la historia que habrá duelos de mariscales de campo afrodescendientes, una tendencia cada vez más marcada en el fútbol americano. De un lado, Jalen Hurts en los Eagles y del otro, el famoso Patrick Mahomes, la mayor figura del torneo -fue nombrado como el MVP hace dos días-, que busca afianzar su condición con su segundo título -el otro fue en 2019-. Philadelphia luce como el favorito, por poco: paga 1.5 en las apuestas. Tiene un equipo más talentoso y profundo, aunque tal vez algo más inexperto en una instancia en la que los nervios siempre juegan su papel. Encima del otro lado está Mahomes, quien puede frotar la lámpara a cada segundo. Si le dan buenas coberturas y los Chiefs se ponen adelante en el marcador, la tendencia del favoritismo cambiará rápidamente.
Por lo pronto, está claro que el partido no es lo único que atrae. Aquellos que no disfrutan -o no entienden- el juego es posible que sintonicen la transmisión durante el entretiempo porque la NFL, buscando audiencias en todo momento, organiza hace años un show que capta la atención mundial. En las primeras ediciones, usaba bandas musicales universitarias pero luego fueron más allá empezó a incluir a artistas consagrados y por los escenarios han pasado grandes estrellas como Sting, Michael Jackson, los Rolling Stones, Phil Collins, U2, Paul McCartney, Madonna, Prince, Beyonce, Shakira, Janet Jackson, Lady Gaga, Enrique Iglesias y el rapero Eminem, entre otros.
Lo sorprendente es que la NFL no les paga lo que vale su cachet -sólo una cifra irrisoria, el mínimo que determina el sindicato-, sólo se hace cargo de los gastos de producción, que igualmente son altísimos. ¿Por qué aceptan trabajar “gratis” los famosos cantantes o bandas? Por la visibilidad mundial del evento, que habitualmente supera los 200 millones de televidentes en el mundo. Entrar a otras casas, a otro público… Se sabe, por caso, que personalidades como Shakira y Jennifer López incrementaron en más de 100% el número de escuchas en streaming luego de participar del evento. También hay que pensar que un comercial de 30 segundos vale 7 millones de dólares -el año pasado eran 5- y ellos, en el escenario, están al menos cinco minutos. La exposición les sirve. Y mucho.
Rihanna, por caso, volverá luego de seis años tras alejarse de la música para dedicarse a su marca de moda y cosméticos. Esta vez la cantante estará con Jay-Z, el rapero estadounidense y esposo de Beyoncé, con quien salto a la fama con su canción Umbrella. La interpretación del himno nacional de los Estados Unidos estará a cargo de Chris Stapleton. Nuevamente un gran espectáculo estará disponible.
El Super Bowl, está claro, paralizará nuevamente a un país pero el resto del mundo estará también mirando de reojo porque está claro que se trata de mucho más que la final del deporte más popular en USA.