Así fue la vez que Dámaso López Serrano confesó a Anabel Hernández por qué nunca quiso aliarse con Néstor Isidro Pérez Salas
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Años antes de que Néstor Isidro Pérez Salas, alias El Nini, se convirtiera en uno de los criminales más buscados por Estados Unidos, Dámaso López Serrano, El Mini Lic, ya lo había descartado como posible aliado. Lo conocía de tiempo atrás, pero no quiso tenerlo cerca. Lo describiría como “un trastornado que asesina por hobby”, según relató más tarde en entrevista con la periodista Anabel Hernández. Hoy, ambos están detenidos, acusados por delitos distintos pero vinculados al mismo entramado: el Cártel de Sinaloa.
La historia, contada en 2024 por el propio López Serrano a la periodista Anabel Hernández, mostró que su decisión no fue solo un desacuerdo personal. Para él, El Nini representaba una forma de operar más brutal, sin control ni límites. Lo describió como alguien que disfrutaba la violencia, y por eso decidió apartarse.
El aviso ignorado
En la entrevista que la periodista de investigación le realizó en California, El Mini Lic explicó que conocía a El Nini desde antes de su ascenso meteórico dentro de la estructura de seguridad de Los Chapitos. Pero cuando tuvo la oportunidad de sumarlo a su equipo, lo rechazó sin titubeos.

En ese momento, El Mini Lic aún era un capo joven, hijo de Dámaso López Núñez, El Licenciado, mano derecha histórica de Joaquín El Chapo Guzmán Loera. Él mismo estaba ascendiendo en la jerarquía del cártel, pero fue claro en su diagnóstico: El Nini representaba un riesgo, incluso dentro de la lógica del negocio.
Según su testimonio, El Nini comenzó a buscar empleo como sicario a través de su secretario, con quien tenía amistad. Fue ese vínculo el que le permitió acercarse al entorno del entonces joven capo. Dámaso lo recuerda como “un niño”, chaparrito, flaquito. “De físico, era un niño de secundaria”, relató la periodista Anabel Hernández en su libro La historia secreta. AMLO y el Cártel de Sinaloa.
Para demostrar que era capaz de matar sin dudar, El Nini cometió dos asesinatos al azar. Según el relato de López Serrano, un día su secretario estaba al teléfono con Néstor Isidro para pedirle trabajo con Los Licenciados; en eso llamó a un hombre que caminaba por la calle rumbo a su jornada laboral.
“¡Hey! ¿Qué andas haciendo?”, le preguntó. “Voy aquí para chambear”, respondió el hombre, que según parecía “como un albañil”. Enseguida, le disparó a quemarropa. Luego arrancó su vehículo y le dijo a su interlocutor: “¿Escuchaste? Acabo de matar, y ahorita me voy a encontrar a otros tres.”
Poco después, según el mismo testimonio, mató a un médico que hacía ejercicio, también en la vía pública, alrededor de las cinco de la mañana.
“Dile a tu patrón que para que vea que yo me animo”, remató El Nini, según quedó registrado en una grabación.
Fue entonces que el secretario le relató todo a Dámaso, quien al enterarse sentenció: “Desde ahí lo tengo odiado”.
Tiempo después, y aunque El Mini Lic lo descartó por completo, El Nini fue acogido por Óscar Noé Medina González, El Panu. Fue así como llegó a los círculos más cercanos de Iván Archivaldo Guzmán Salazar, quien terminó apreciando su instinto asesino, dándole un ejército armado de más de 100 hombres. Según el testimonio recogido en el libro, fue el propio Iván quien le dijo: “Ven, yo sí te voy a dar”, y lo integró al aparato armado de Los Chapitos.
A pesar de haber sido rechazado por Dámaso, El Nini escaló rápidamente dentro del grupo de Los Chapitos, donde encontró un espacio que respondía —y amplificaba— su lógica violenta. Años más tarde, el mismo Dámaso sería testigo de cómo esa estructura, levantada sobre la brutalidad, comenzaba a derrumbarse.
Una profecía autocumplida: traición, caída y venganza

Dámaso López Serrano fue, durante años, un testigo protegido del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Su colaboración ayudó a encarcelar a miembros clave del Cártel de Sinaloa y otros narcos; y documentó la fragmentación entre los herederos del Chapo y lo que quedaba del ala tradicional.
Pero en diciembre de 2024, ya en libertad supervisada, fue recapturado tras caer en una operación encubierta del FBI, que documentó sus intentos de regresar al tráfico de fentanilo. El 28 de mayo de 2025, se declaró culpable de conspiración para distribuir 400 gramos o más del opioide, delito por el que podría recibir hasta cadena perpetua.
Su declaración de culpabilidad coincidió con otro episodio clave en el derrumbe de Los Chapitos: la reciente muerte de Jorge Humberto Figueroa Benítez, La Perris, último jefe operativo de la seguridad personal de Iván Archivaldo Guzmán Salazar, líder de Los Chapitos.
En dos años, la estructura defensiva de los hermanos Guzmán Salazar perdió a seis de sus principales figuras, entre detenciones, ejecuciones y traiciones internas. Uno a uno, fueron cayendo: El Nini, El Piyi, El Gavilán, El 200, El Toner y finalmente La Perris.

Muchos de ellos fueron cercanos entre sí, sobre todo La Perris y El Nini, pues presuntamente compartían la lógica de violencia extrema.
El declive de Los Chapitos no puede explicarse solo por las operaciones del Ejército o la presión de la DEA. Reportes periodísticos y versiones no confirmadas han sugerido que algunas detenciones recientes pudieron haberse facilitado con información interna, lo que ha profundizado la desconfianza dentro del grupo.
De El Nini, por ejemplo, se dice que habría sido puesto por el propio Iván Archivaldo, molesto de que su operador no supiera guardar un perfil bajo, arriesgando su propia seguridad. Meses después, en la guerra interna del Cártel de Sinaloa, las venganzas y traiciones habrían continuado, pero esta vez de su amigo La Perris.
Según información de Milenio, parte de la filtración para la caída de operadores de Los Chapitos provino de La Perris, quien en sus últimos días habría revelado la ubicación de varios operadores, en un intento de negociar con las autoridades.
Hoy, El Nini enfrenta cargos en cortes de Nueva York y el Distrito de Columbia; La Perris está muerto; El Mini Lic, nuevamente esposado, espera sentencia en Virginia, donde al menos ya habría logrado un acuerdo de culpabilidad, tras evitar con éxito que los fiscales desistieran de buscar la pena de muerte.