Dirigencia petrolera, arma de Romero Deschamps para lograr pingües ganancias

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Esta vez sí, la caída del PRI también se llevó consigo a Carlos Romero Deschamps. Al frente del sindicato de la más importante empresa energética del país –Petróleos Mexicanos– durante 26 años, negoció con cinco presidentes de la República y de todos obtuvo beneficios…personales.

Su imagen omnímoda lo ha mostrado siempre lóbrego y huraño como legislador y líder gremial, pero también todo sonrisas y plenitud cuando lo recogen las páginas de sociales en lujosos festejos. Como invitado o anfitrión.

De 75 años y nacido en Tampico, Tamaulipas, en alguna de sus escasas confesiones personales dijo haber trabajado como mandadero, vendedor ambulante, cargador y hasta chofer. Su máximo nivel de estudios es una modesta carrera técnica contable. Y medio siglo después de obtener su primer puesto en Pemex, por su desmesurada ostentación de riqueza puede ubicársele como un auténtico jeque petrolero.

En 1980, y luego de haber laborado en la refinería de Salamanca –uno de sus principales feudos y donde mantiene en la nómina y en condición de comisionados a numerosos parientes–, Romero Deschamps se convirtió en líder de la sección 35 de petroleros de Azcapotzalco. Y desde ahí fue el más servil de los secretarios generales de sección.

El 25 de junio de 1993 fue designado secretario general interino del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) tras la gestión de cuatro años de Sebastián Guzmán Cabrera, quien había sucedido en el cargo al poderoso Joaquín Hernández Galicía, La Quina, encarcelado por Carlos Salinas de Gortari en los albores de su gobierno.

Precisamente La Quina, su mentor y padrino en las lides sindicales, lo acusaría de traidor al gremio y de haber pasado información al gobierno para su derrocamiento y proceso judicial.

Romero Deschamps inició entonces una carrera en el más puro estilo del “charrismo sindical”: entronización y riqueza.

Y todo ello también con una indisputable trayectoria como legislador. Siempre por el PRI –donde milita desde 1961–, ha sido dos veces senador (1994-2000 y 2012-2018) y tres veces diputado federal (1979-1982, 1991-1994 y 2000-2003).

Romero Deschamps encaró las primeras acusaciones formales sobre desvío de recursos por el financiamiento ilegal en 2000 a la campaña del candidato presidencial del PRI, Francisco Labastida Ochoa, con 500 millones de pesos en un caso conocido como el Pemexgate y destapado en las páginas de La Jornada.

En 2003, el líder petrolero fue imputado por el delito de peculado, y aunque se le dictó la formal prisión y durante varios años acudió semanalmente a un juzgado para firmar el libro de procesados libres bajo fianza, gracias a sus buenas relaciones, en 2011 un juez federal declaró prescrito el caso. Y la Procuraduría General de la República no impugnó.

Paralelamente a su acumulación de poder sindical y negociación para obtener prebendas presidenciales y de Pemex, el dirigente incrementó su fortuna personal. Siempre además, como contertulio de los hombres del poder económico y político en el país.

Casado con Blanca Rosa Durán, tiene tres hijos: Paulina, José Carlos y Alejandro.

En 2012, a través de sus redes sociales, Paulina se jactaba de su principesco estilo de vida: viajes lujosos en aviones privados y comerciales y en yates por todo el mundo y acompañada siempre de sus tres bulldogs ingleses KeikoBoli y Morgancite, así como sus bolsas Birkin de Hermès de alrededor de 12 mil dólares.

Los reproches ante tal petulancia sólo alcanzó para que ella cerrara su cuenta de Facebook, pues en 2017, cuando celebró su esplendorosa boda, sólo el brazalete que lució de la colección Love de Cartier costaba 2 millones de pesos.

Y documentados también profusamente están los departamentos y casas en Miami, de millones de dólares, de su hijo José Carlos y el auto Ferrari Enzo de 2 millones de dólares que en 2013 le regaló su padre.

En su último periodo como senador, Romero Deschamps negoció con el gobierno de Enrique Peña Nieto nuevas condiciones laborales y salariales para sus agremiados a tenor de la reforma energética, pero en todos los casos mantuvo e incrementó las canonjías para la dirigencia sindical.

Pero él tampoco se preocupa por las apariencias. Los costosos trajes que portaba en la Cámara de Diputados eran lucidos con un reloj Audemars Piguet Royal Oak, de 40 mil dólares, entre otros. Se le sabe además, propietario de tres yates, mansiones en Miami, en Acapulco y otros lugares.

Tal fortuna, por supuesto, debe lucirse entre pares. Y por eso, Romero Deschamps es protagonista y asistente asiduo a celebraciones lujosísimas, donde las crónicas de sociales lo muestran henchido y feliz.

Una de los más recientes fue la ya célebre boda de Mar Collado, el 21 de mayo de este año. Varios de los conspicuos invitados a la Hacienda Jajalpa hoy encaran procesos legales, entre ellos el padre de la novia.

Aún faltan capítulos por escribirse en la historia del renunciante líder petrolero. Entre éstos, saber si eventualmente podría terminar la charla de sobremesa que tenía con su amigo Juan Collado, ese día que la policía se llevó preso al eximio abogado, su defensor.

                                                         
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