Comentarios de la Bahía

28 julio, 2025

Por Nayar Araiza López

¿Por qué cobran los periodistas?

• Prensa y poder: canal profesional entre Estado y sociedad, no servidumbre

• El trabajo periodístico se paga: salarios, convenios y patrocinios —como la propina al mesero—

• Menos soberbia, más respeto: pagar, rendir cuentas y tolerar la crítica

La pluralidad de las ideas y la crítica constructiva contribuyen al avance de la sociedad para alcanzar las metas de desarrollo y democracia en todos los órdenes del quehacer humano, tan largamente anheladas por los mexicanos. El periodismo es un fenómeno de la comunicación social que se estudia e investiga como una técnica o como parte de una ciencia; en este caso, dentro de las Ciencias de la Comunicación.

Por lo tanto, la prensa y las editoriales forman parte de las instituciones de la sociedad, cumpliendo el papel fundamental de influir —directa o indirectamente— en la opinión pública, ya que abarcan todo el campo de la ideología, plasmada por medio de periódicos, diarios, libros y revistas políticas, científicas, literarias, económicas o deportivas. Hoy ese trabajo periodístico se traslada a páginas de internet y a las redes sociales en la web —periodismo digital, la tendencia actual—, hecho por periodistas profesionales. Es exactamente lo mismo en el proceso de comunicación social y de prensa ante la opinión pública: únicamente cambia el canal por donde se transmiten los mensajes entre emisor y receptor.

Es por esta razón que la clase dirigente o los gobernantes dan vital importancia a los medios de comunicación, electrónicos o escritos —ahora presentes en el ciberespacio—, pues, como puente directo con la sociedad, les interesa que sus hechos y acciones sean asimilados por las conciencias de sus gobernados. Según la concepción gramsciana del poder, esto forma parte de “una relación de dominio” dentro de “una relación de poder”, entendiéndolo como la capacidad de una clase —en este caso, la clase dirigente o gobernante— para lograr sus objetivos específicos, como la gobernabilidad y el bien común. Esto, dentro del hecho social-político por excelencia que es el Estado, es vital y necesario; de ahí la existencia de las oficinas de comunicación social o de prensa en los gobiernos —en sus tres niveles—, en los partidos políticos y en diversas instituciones.

Así pues, los políticos y gobernantes están en constante y estrecha relación con los medios para vincularse con la sociedad. Indiscutiblemente necesitan de la prensa y, por lo tanto, de los trabajadores de la comunicación o periodistas; siempre estarán buscando “periodistas amigos” —cuando les conviene—.

Como afirmó extraordinariamente en su filosofía Julio Scherer García (Fundador de la revista Proceso): …..“Políticos y periodistas se buscan unos a otros, se rechazan, vuelven a encontrarse para tornar y discrepar. Son especies que se repelen y se necesitan para vivir. Los políticos trabajan para lo factible entre pugnas subterráneas; los periodistas trabajan para lo deseable, hundidos en la realidad. Entre ellos el matrimonio es imposible, pero inevitable el amasiato”…..

….“El periodista observa la vida privada de los hombres públicos y se entromete en su trabajo; asiste como puede a las reuniones a puerta cerrada y se hace de documentos reservados. El periodista escucha lo que no debe escuchar y mira lo que no debe mirar, en la búsqueda afanosa de los datos y signos que informen a la sociedad de lo que ocurre en las esferas del poder”…..(Julio Sceherer).

Los políticos, cuando son aspirantes a cargos públicos, a los primeros que llaman es a los trabajadores de los medios: columnistas políticos, cartonistas, fotógrafos y hábiles reporteros para que les redacten boletines. Pero, paradójicamente, cuando traen dinero o llegan al poder político, lo último que pagan es prensa; y cuando no tienen, lo primero que dejan de pagar es, también, prensa. Piden hasta fiado: “cuando llegue te va a ir bien” es la cantaleta de siempre.

Los políticos, indiscutiblemente, requieren —como condición inherente a su actividad— el servicio de los trabajadores de prensa, “de la perrada”, a los periodistas; teórica y técnicamente su función es fundamental para la política, aunque algunos, por la soberbia y la ignorancia supina que derraman por los cuatro costados, no lo reconozcan; menos ahora, con las redes sociales, cuando estamos ante el fenómeno de “políticos desquiciados” que se sienten “comunicadores de prensa” de sus propias actividades y que transmiten y publican a través de sus muros, esto último no es periodismo.

Por esta circunstancia, quienes se dedican al periodismo —en sus diferentes géneros: nota informativa, reportaje, editorial, columna, entrevista, cartón, fotografía—, aparte del costo de producción de un medio masivo de comunicación o de los convenios con las empresas periodísticas, deben recibir una retribución económica por su trabajo: un salario. No conozco ninguna actividad laboral, en el capitalismo, en donde se trabaje gratuitamente.

Muy cuestionado —“injustamente”— es también el denominado chayote al reportero, al columnista, al cartonista o al fotógrafo, que son quienes nutren de información, fotografías, videos y editoriales a las empresas periodísticas, las cuales, por lo regular, no pagan salarios, pagan muy poco o, simplemente, no pagan. Es un oficio poco retribuido, por lo que en México está arraigado el “patrocinio” privado a los periodistas: eso es, simplemente, un “incentivo”, una retribución por su trabajo que, analógicamente hablando, es como la propina al mesero.

Cuando se va a un restaurante y el mesero brinda un buen servicio, se paga la cuenta; pero, si el cliente queda satisfecho, se paga un extra: la propina al mesero. Pues es exactamente lo mismo: cuando un partido o gobierno contrata un convenio de prensa con empresas periodísticas y de comunicación para difundir sus hechos y acciones de gobierno —o los partidos y candidatos, para dar a conocer sus propuestas y actividades partidistas—, pagan la cuenta facturada a la empresa; además, la ley se los exige en transparencia para la comprobación de gastos. Pero también pagan un extra a los periodistas (esto, cada vez menos), que viene siendo exactamente como “la propina del mesero”, por un buen servicio; con la diferencia de que la propina gastrohotelera está legalizada —la norma marca un 10 por ciento— y “los chayotes” no lo están.

El manejo de los espacios para la difusión de la información también se vende; por eso los periodistas y los propietarios de los medios de comunicación cobran. Además, el gobierno, en todos sus niveles, y los políticos y sus partidos, para lograr los objetivos que se plantean, contratan espacios en la prensa —actualmente ya trasladada a internet y redes sociales—, tiempos de aire en radio y televisión, así como a reporteros, fotógrafos, cartonistas y columnistas para difundir sus ideas y acciones, independientemente de las líneas editoriales de cada medio. Esto no es ilegal ni antiético; es como contratar a un abogado o a un contador para que haga un trabajo para el cual es especialista.

Los políticos —principalmente el funcionario de partido o el gobernante— no sólo buscan obtener, con su participación en la actividad pública, el reconocimiento social que trae aparejado el sentimiento de poder, el ejercer influencia sobre las personas y la oportunidad de participar en los hechos históricos; también esperan una retribución económica, que en estos tiempos es bastante bien pagada.

A ver: si por ser regidor, síndico, diputado, presidente, senador, funcionario o secretario de algo no les pagaran —si fuera trabajo gratuito, honorario—, ¿cuántos de esos hombres políticos que se desgarran las vestiduras por las candidaturas en sus partidos o los puestos en el gobierno estarían dispuestos a ocuparlos o a pelearlos hasta la enemistad entre sus pares o correligionarios, como lo hacen actualmente?

Los políticos y gobernantes están obligados a entender la función de la prensa de la cual se valen, ya que, muchas veces —la mayoría de las veces—, no comprenden el esfuerzo editorial que representa el trabajo profesional de los periodistas, a través de la crítica objetiva de sus acciones —a favor o en contra—, que les hacen los verdaderos y profesionales editorialistas, columnistas, reporteros, conductores, fotógrafos y cartonistas; no aquellos opinadores de “feis” que ejercen, efectivamente, la libertad de expresión, mas no la libertad de prensa: conceptos totalmente diferentes.

El periodismo profesional contribuye al desarrollo político, social, cultural y económico de la sociedad; pero, por esa animadversión de algunos políticos maletas hacia los periodistas, prefieren gastar, en campañas, miles y miles de pesos en volantitos, cartelones y publicidad cara, pero con poca penetración e influencia en la opinión pública, en lugar de estimular a quienes conducen al ciudadano a la reflexión.

Ahora están de moda las redes sociales de internet. Pero eso sí: se enojan cuando no salen o reclaman cuando no se les publica alguna actividad partidista o de gobierno, o cuando se les hacen señalamientos sobre su comportamiento como seres públicos y administradores de los bienes del pueblo.

Quieren que salga su foto en pose sonriente, que los adulen, pero sin pagar —como debe ser— al periodista y a las empresas periodísticas y de comunicación por sus servicios informativos, editoriales y publicitarios. “No me has puesto nada”, dicen o reclaman, como si no fuera trabajo cubrirles sus fuentes, escribirles una nota, un editorial, una columna, un cartón o una fotogalería, o grabar en video sus actividades y difundirlas. Es un gasto y un desgaste trasladarse a sus actos partidarios o conferencias de prensa.

A muchos no les gusta que los toquen ni con el pétalo de una rosa; son muy intolerantes. A estas alturas de la democracia en México —de la que tanto alardean muchos gobernantes y políticos de todos los niveles— debe terminar el ejercicio del poder con marcados tintes de nepotismo y autoritarismo, así como la intolerancia hacia la crítica periodística.

Sólo la verdad expresada con lógica es la que convence a la opinión pública —eso sí: la verdad de cada quien—. A final de cuentas, es el lector quien decide qué columnista leer, qué noticiero escuchar; se analizan las diferentes versiones, se comparan y entonces se forma la opinión pública, que es la que contribuye al surgimiento de una verdadera libertad de expresión, producto de la democracia.

La persona pública siempre estará sujeta a la crítica y a la censura. Quien no lo entienda, sencillamente, que se vaya a su casa a descansar. No andan en la religión ni son curas, ni la Madre Teresa de Calcuta o el papa León XIV: andan en la política, manejan recursos públicos y, por lo tanto, se les debe criticar.

Para tener medios de difusión local acordes con los cambios que la modernidad y el desarrollo actual reclaman, debemos pagar a quienes contribuyen a formar la opinión pública: a los medios de comunicación profesionales, “a la perrada”. Va.

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