Con equipos portátiles, vigilancia en tiempo real y una red de laboratorios móviles, el cocinero detalla cómo el negocio sobrevive al despliegue militar más intenso en la región
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En Sinaloa, donde el despliegue del Ejército ha intensificado la presión sobre el narcotráfico por la disputa entre Los Chapitos y La Mayiza, la producción de fentanilo no se ha detenido. Bajo una estrategia de dispersión, vigilancia y adaptabilidad, operadores del Cártel de Sinaloa continúan fabricando la droga sintética más letal del mercado en casas comunes, laboratorios móviles y puntos ocultos a simple vista.
Uno de estos productores —llamado “cocinero” dentro de los cárteles— relató cómo funciona este esquema en medio del asedio militar al que actualmente está sometido Sinaloa.
Con el rostro cubierto y bajo custodia armada, el cocinero explicó en entrevista con CNN que trabajan con reactores pequeños, cambian de ubicación constantemente y mantienen comunicación directa con halcones que reportan en tiempo real los movimientos de las fuerzas federales.

El testimonio, brindado de manera anónima al medio antes citado, fue recogido en una habitación tenue, con una imagen de Jesucristo en la pared, una cama oxidada y un rifle de asalto recostado junto al entrevistado. En ese entorno, el cocinero justificó su labor dentro del cártel con una frase seca: “Por supuesto, por supuesto, las cosas son tristes… pero hay que continuar. Las familias tienen que comer».
Producción móvil
El cocinero describió un esquema de producción diseñado para evitar la detección de las fuerzas armadas: laboratorios portátiles, operaciones fragmentadas y rutas variables. Según explicó al medio, solo pueden producir pequeñas cantidades porque necesitan mantenerse ágiles en caso de redadas imprevistas.
En el reportaje escrito del medio estadounidense se documentó que durante la entrevista había walkie-talkies conectados con los “halcones” del cártel, quienes informaban de manera constante los movimientos del Ejército mexicano en la zona. El productor también relató que cambian de ubicación para cada etapa del proceso químico y que muchas veces usan equipos rudimentarios, fáciles de desarmar o abandonar.

En la escena también había un segundo hombre armado junto a una ventana, vigilando la calle con otro radio. Afuera, en ese mismo barrio, se puntualizó que en esa ubicación era normal ver circular vehículos militares, oculto, frente a las autoridades, el laboratorio permanecía activo.
El cocinero reconoció ante la cadena de televisión que los negocios no van bien debido a la guerra y la presión de EEUU, aunque aclaró que el grupo criminal aún puede sobrevivir.
Mensaje a Trump
Cuando se le preguntó si sentía algún tipo de responsabilidad o remordimiento sobre las muertes causadas por el fentanilo, evitó el juicio ético. Repitió que las cosas eran tristes, pero insistió en que hay que continuar, pues tienen familias que sostener: “Por supuesto, por supuesto, las cosas son tristes… [pero] hay que continuar… Las familias tienen que comer”, dijo mientras se encogía de hombros.
A diferencia de declaraciones más retadoras hechas por integrantes del narco en el pasado, este testimonio transmite una visión resignada y enfocada en la supervivencia. La producción de fentanilo, en su visión, no es una guerra ni una ideología, sino un medio de sustento que ha aprendido a adaptarse a la presión militar.

Al preguntarle qué opinaba sobre la decisión del gobierno estadounidense de designar al Cártel de Sinaloa como organización terrorista extranjera, el cocinero respondió: “Está fea la situación, pero como le digo, de todos modos tenemos que comer.” Consultado sobre qué le diría a Donald Trump, dijo: “Mis respetos. Él tiene que seguir buscando lo mejor para los suyos, pero el detalle es que allá están los consumidores. Si no hubiera consumidores, uno parara”.
En ese momento, su teléfono comenzó a sonar. Miró la pantalla, se levantó con rapidez y dijo que alguien estaba cerca, por lo que pidió al equipo de periodistas que se retirara de inmediato, por su propia seguridad.
Reconfiguración forzada
Aunque el testimonio recogido por CNN demuestra que la producción de fentanilo sigue activa en Sinaloa, otras investigaciones apuntan a una transformación estructural profunda dentro del cártel.
Según reportes del medio N+ y del centro de análisis Insight Crime, desde mayo de 2023 los altos mandos del Cártel de Sinaloa han emitido al menos tres órdenes internas para suspender la producción de fentanilo, la más reciente ocurrida en febrero de 2025, tras ser incluidos formalmente en la lista de organizaciones terroristas extranjeras por parte del gobierno estadounidense.

Un cocinero entrevistado por N+ hace un par de semanas explicó que la instrucción fue clara: “Ya está totalmente prohibido trabajar… Lo único que hace uno es estarse guardando, escondiendo, tratar de vender las pocas cosas que ya le quedan a uno para sobrevivir».
En un laboratorio que el mismo medio había visitado en 2022, esta vez encontraron el lugar vacío, con frascos sucios, bidones olvidados y equipo abandonado. La explicación que ofrecieron los operadores es que la designación de “terroristas” implica riesgos mayores, y que “cualquier evidencia nos convierte en terroristas”, lo que los obligó a detener el trabajo.
Insight Crime, por su parte, documentó cómo a partir de mediados de 2023 Los Chapitos, facción dominante del cártel, comenzaron a centralizar la producción, expulsando a cocineros semi-independientes y permitiendo operar solo a células de confianza directa. “Quemen todo, se cerró el negocio”, fue la orden. Desde entonces, el modelo descentralizado colapsó, y la producción se trasladó a zonas más remotas como la sierra de Sinaloa, así como a otros estados: Durango, Sonora, Michoacán y Jalisco.