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En una lluviosa tarde de mayo, al oeste de Cincinnati, un hombre vendía medio gramo de heroína por 70 dólares. El comprador era un policía vestido de civil; el vendedor fue esposado de inmediato. Sería la primera de dos operaciones que la policía local llevó a cabo ese jueves y uno de varios casos relacionados con la heroína: Tres personas con sobredosis y una más sorprendida manejando bajo la influencia. En comparación con otros días en su distrito, el día fue flojo.
La heroína está tan extendida en ciudades como Cincinnati y es tan rentable para los cárteles que la surten que incluso los policías admiten que las detenciones esporádicas tienen poco impacto. «Realmente no causa ningún impacto en la calle», dice el detective Brandon Connley. «En estos días todos venden drogas. Siempre hay alguien allí para reanudar la venta».
CUNDE EPIDEMIA
Millones de estadounidenses se engancharon a los analgésicos durante la época de desenfrenada prescripción médica que comenzó en la década de 1990 y llegó a su máximo en 2011. A medida que los estados endurecieron el monitoreo y los médicos redujeron las dosis, se volvió más difícil para los adictos obtener analgésicos de receta, lo que los empuja a buscar drogas no legales. Los cárteles mexicanos y las pandillas han capitalizado dicho cambio, extendiendo sus redes por todo Estados Unidos e inundando el mercado con heroína barata, asegura la policía.
6 mil 733 kilogramos
Se incautaron en Estados Unidos durante 2015 contra 2,763 kilos en 2010, según un informe de la DEA, lo que pone de manifiesto la epidemia del estupefaciente.
También han comenzado a combinar la heroína con opioides sintéticos incluyendo fentanilo, de modo que la dosis sea más adictiva y más barata de producir. Los efectos reversibles de las sobredosis ayudan a que los adictos sobrevivan, a menudo como para repetir, lo que da a los dealers un aporte constante de consumidores. Con esa incansable demanda y márgenes de beneficio cada vez más amplios, 2017 se perfila como el año más rentable para el tráfico de heroína en Estados Unidos.
«Estamos viendo una epidemia de heroína increíblemente triste y extensa, y no hay fin a la vista», señala Daniel Ciccarone, médico de la Universidad de California en San Francisco que estudia el mercado de la heroína.
Cincinnati asoma como un centro de esta crisis. Los distribuidores son creativos para comercializar su producto. La policía local dice que envían mensajes de texto a sus clientes para anunciar ofertas dominicales, dos-por-uno y muestras gratuitas. Algunos ‘dealers’ tienen horarios de atención programados, otros arrojan a los coches que pasan «muestras» envueltas en papel con su número de teléfono, con la esperanza de enganchar nuevos clientes.
HECHO EN CASA
Fabricar fentanilo en un laboratorio cuesta aproximadamente lo mismo que producir heroína, de 3 a 4 mil dólares por kilogramo, según un portavoz de la DEA. Una vez diluido y vendido al por menor, el fentanilo deja 1.2 millones de dólares, más del doble de los 500 mil dólares que se ganan con un kilo de heroína.
El decreto: La heroína fue introducida en Estados Unidos entre mediados y finales del siglo XIX, donde fue popular en el oeste del país reemplazando la adicción a la morfina.
Establece: Las políticas de gasto de la administración Trump podrían provocar un repunte en el número de adictos al reducir el presupuesto a las agencias encargadas de la política antinarcóticos con su propuesta de presupuesto.
Para producir heroína, los cárteles necesitan cultivar amapolas en campos que pueden ser difíciles de ocultar. Pero todo lo que se necesita para hacer fentanilo es un laboratorio, sustancias químicas, y un químico competente. Los cárteles suelen traer el fentanilo de México, aunque también se envía por correo desde China. La policía teme que los proveedores comiencen a fabricarlo en el país. «Con la posibilidad de ver laboratorios de fentanilo apareciendo por doquier, creo que esto va a empeorar antes de que mejore», dice Tim Reagan, un agente de la DEA en Cincinnati.
Dos miligramos es una dosis letal de fentanilo, y si bien los adictos eran precavidos al principio, ahora muchos buscan lo que llaman «el fuego» para un efecto más fuerte, explica el sargento Frank Beavers, un investigador encubierto. Eso hizo que el fentanilo fuera un mejor gancho para sus vendedores: mata a algunos clientes, pero los que sobreviven terminan con una adicción más poderosa.
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Los cárteles han comenzado a experimentar con sintéticos aún más potentes. Entre ellos el tranquilizante para elefantes carfentanil (apodado “rhino”), y otro poderoso sintético a veces traído desde Hong Kong conocido como «pink». Como se filtran por la piel, el mero contacto con cualquiera puede causarle una sobredosis a alguien sin tolerancia a los opioides.
El carfentanilo brotó el año pasdo y la policía supone que los dealers de Cincinnati estuvieron entre los primeros en venderlo. El auge de los sintéticos ha aumentado el número de muertos. El año pasado el condado de Hamilton registró un récord de 342 muertes por sobredosis relacionadas con opiáceos y 2017 superará ese número, dice el forense del condado.
(EF)
No hay una solución simple para la heroína mientras siga siendo tan rentable. Aunque se está usando la nalaxona para revertir las sobredosis, el fármaco no resuelve la adicción y algunos adictos a nuevas variedades de opioides no responden al tratamiento. Apenas en marzo, el gobierno chino proscribió la producción de carfentanilo, con lo que autoridades de EU esperan que se suspenda el suministro a su país.
El gobierno federal tampoco parece estar coordinado. Aunque Trump prometió durante su campaña combatir la epidemia de opiáceos, la ley de salud que proponen los republicanos recortaría la financiación del Medicaid, promotor crucial de los programas de rehabilitación.
El proyecto presupuestario de Trump también recortaría el 95% de los fondos para la Oficina de de la Casa Blanca responsable de la Política Nacional de Control de Drogas, que coordina gran parte de la estrategia antinarcóticos de Estados Unidos.
«Las cosas están un poco en caos a nivel federal», dice Jason Doctor, profesor asociado en la escuela de enfermería de la Universidad del Sur de California. «Coincido en principio con la idea de que necesitamos hacer algo diferente, pensar creativamente, o hacer algo radical. Pero no me parece que la administración lo esté haciendo».