El Trastorno Afectivo Estacional incrementa durante los meses fríos y puede manifestarse con síntomas depresivos severos que requieren atención clínica, impulsados por menor exposición a la luz natural, presión social y el cierre de año.
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La temporada decembrina suele asociarse con alegría, celebraciones y unión familiar; sin embargo, para un sector de la población este periodo representa un incremento en síntomas depresivos relacionados con el Trastorno Afectivo Estacional (TAE), también conocido como depresión decembrina. De acuerdo con especialistas, este padecimiento aumenta en los meses de otoño e invierno y requiere atención psicológica o psiquiátrica, al tratarse de un trastorno clínico reconocido.
El académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, José Luis Díaz Meza, explicó para Ciencia UNAM que el TAE se presenta principalmente durante las épocas con menor luz solar, lo que afecta el funcionamiento del hipotálamo. La disminución de luminosidad reduce la producción de serotonina, sustancia clave para regular el estado de ánimo, y su déficit puede conducir a episodios depresivos.
Si bien el trastorno es más frecuente en regiones con largas noches invernales, en México la Asociación Psiquiátrica Mexicana estima que el 3.3% de la población experimenta algún cuadro depresivo a lo largo de su vida, con mayor prevalencia en mujeres.

A los factores biológicos se suman condiciones emocionales y sociales propias del cierre de año. Según Díaz, la presión social por “ser feliz”, fortalecer vínculos afectivos o lograr metas personales puede generar sensaciones de insuficiencia o frustración.
Además, la temporada decembrina coincide con un aumento en rupturas amorosas y un mayor número de fallecimientos, elementos que complican el bienestar emocional de algunas personas. El estrés económico también se intensifica debido al incremento en los precios y la exigencia de consumo para festividades, lo que afecta especialmente a quienes tienen recursos limitados
Entre los síntomas del TAE destacan la anhedonia (pérdida de interés en actividades antes placenteras), hipersomnia, aumento del apetito —especialmente por carbohidratos—, baja energía, irritabilidad y dificultades para concentrarse o tomar decisiones.

En casos más complejos pueden aparecer pensamientos recurrentes sobre la muerte, cambios en la autoestima o desapego emocional que lleva a desprenderse de objetos de valor personal. Para un diagnóstico clínico, los síntomas deben prolongarse por al menos dos semanas.
En una publicación del IMSS, el psiquiatra, Pedro Hiram Saldívar Barreto, señaló que los casos aumentan de octubre a diciembre, principalmente en mujeres de 25 a 30 años. Factores como antecedentes familiares, vivir en zonas con poca exposición a la luz solar o padecer trastornos afectivos previos incrementan el riesgo.
Las instituciones de salud recomiendan medidas preventivas como tomar baños de sol de 20 a 45 minutos diarios, incrementar la actividad física al aire libre, evitar el consumo de alcohol y mantener una rutina de sueño estable. En caso de presentar síntomas persistentes o ideas suicidas, se recomienda solicitar ayuda profesional. La Línea de la Vida (01 800 911 2000) ofrece apoyo telefónico gratuito las 24 horas del día.


