La televisión estatal iraní informó que se lanzaron misiles contra instalaciones estadounidenses en respuesta al ataque del fin de semana a tres sitios nucleares en Irán. En Doha se escucharon al menos ocho explosiones. Donald Trump advirtió que cualquier represalia desataría una respuesta aún mayor.
Agencias Internacionales | Dubái. Los ataques con misiles lanzados este lunes por Irán contra bases militares estadounidenses en Qatar e Irak marcan un nuevo punto crítico en la creciente confrontación entre Teherán, Washington y Tel Aviv. La ofensiva fue presentada por medios oficiales iraníes como una respuesta directa a los bombardeos de Estados Unidos contra instalaciones nucleares en territorio iraní.
El presidente iraní Masoud Pezeshkian, en un mensaje difundido poco antes de las explosiones, dejó clara la postura de su gobierno: “No iniciamos la guerra ni la buscamos, pero no dejaremos sin respuesta la invasión a la gran Irán”.
Los misiles impactaron en la Base Aérea de Al Udeid, en Qatar, que alberga el cuartel general del Comando Central de Estados Unidos, y en la base Ain al-Assad, al oeste de Irak. Ambas instalaciones son clave en la presencia militar estadounidense en Medio Oriente. El ataque a Al Udeid representa un desafío directo, no solo a Washington, sino también a Doha, que mantiene relaciones diplomáticas tanto con Estados Unidos como con Irán, además de compartir con este último un enorme yacimiento de gas en el Golfo Pérsico.
Según confirmó un funcionario de seguridad iraquí a The Associated Press, el ataque a la base en Irak no dejó víctimas mortales, aunque se mantienen bajo evaluación los daños materiales. El gobierno de Qatar, en tanto, ordenó el cierre temporal de su espacio aéreo como medida preventiva ante posibles nuevas agresiones.
En paralelo, Israel amplió su ofensiva dentro de Irán, bombardeando objetivos simbólicos del aparato represor del régimen, como la entrada de una prisión en Teherán y la sede de una unidad militar implicada en la represión de protestas recientes. La capital iraní fue escenario de nuevas explosiones, mientras drones y misiles cruzaban el espacio aéreo en ambas direcciones.
Las reacciones internacionales no se hicieron esperar. El secretario general de la ONU, António Guterres, expresó “profunda preocupación” por la escalada y llamó a todas las partes a “evitar una guerra regional de consecuencias imprevisibles”. La Unión Europea urgió a un “cese inmediato de hostilidades” y ofreció actuar como mediador, mientras que Rusia se declaró “alarmada” y pidió “moderación y diálogo”. Por su parte, China instó a Estados Unidos a “evitar provocaciones innecesarias” y a respetar “la soberanía e integridad territorial de Irán”.
En Washington, el Pentágono aún no ha emitido una respuesta formal, pero funcionarios de defensa señalaron que las tropas en ambas bases se mantienen en estado de máxima alerta y que se evalúan las opciones de represalia.
El ataque iraní va más allá de la represalia militar: es una demostración de fuerza política en un momento en que Teherán busca reposicionarse frente a un eje liderado por Estados Unidos e Israel. La pregunta central ahora es si estas acciones desencadenarán una guerra directa o si aún hay espacio para la diplomacia.