Ocho magnates poseen más riqueza que la mitad de la humanidad

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La brecha de desigualdad global sigue agravándose: apenas ocho multimillonarios –entre ellos el mexicano Carlos Slim Helú– poseen más riquezas que la mitad de la humanidad, plantea un informe que publicó hoy Oxfam, en el que la organización urge a la ciudadanía global y a los tomadores de decisión a reponer la economía “al servicio de 99% de la población”.

Estos ocho magnates –Bill Gates, Warren Buffett, Carlos Slim, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Amancio Ortega, Larry Ellison y Michael Bloomberg– detentan una riqueza neta de 426 mil millones de dólares, cuando la riqueza global asciende a 255 billones de dólares, donde la la mitad de la población más pobre apenas detenta 0.25%, abundó Oxfam.

La razón: los Estados abandonaron a la mayoría de la población y “se contentan con ser una extensión de la élite en el poder”. Por ello recortaron los impuestos a los más ricos –y limitaron con ello la redistribución de las riquezas–, desincentivaron la sindicalización de los trabajadores y alimentaron la sobreexplotación de los recursos naturales.

“Bastaría con utilizar los recursos existentes para erradicar desde ahora las tres cuartas partes de la pobreza extrema, ajustando los impuestos y reduciendo los presupuestos militares y otros gastos regresivos”, sostuvo Oxfam.

La organización recordó que desde el año 2015, el 1% de la población más adinerada posee más riquezas que el 99% restante, y que en los últimos 30 años el ingreso de los estadunidenses más pobres no creció, mientras que el del 1% más rico se disparó en 300%. En América Latina, el 1% de las explotaciones agrícolas más grandes suman más tierras que el 99% restante.

En las próximas dos décadas, tan sólo 500 personas entregarán unos 2 billones 100 mil millones de dólares a sus herederos, señaló Oxfam.

También subrayo que una tercera parte de los mil 810 multimillonarios que registró Forbes en 2016 no generó su fortuna, sino la heredó de sus antecesores.

“Desde el año 2000, la mitad más pobre de la población nunca ha obtenido más de 1.5% de las riquezas mundiales, y el 1% más rico nunca ha pasado por debajo de 46%”, deploró Oxfam, al añadir que el ingreso del 10% más pobre del planeta apenas se incrementó en tres dólares anuales entre 1988 y 2011.

La desigualdad en la repartición de riquezas afecta en mayor medida a las mujeres, quienes ingresan entre 31% y 75% menos que los hombres, sostuvo la organización.

A la par que se agravan las desigualdades y se ejercen presiones más importantes sobre los empleados –se disminuyó la parte de trabajadores sindicalizados en las últimas décadas– y los productores, las ganancias de las empresas transnacionales de mayor tamaño se disparan, y con ellas los dividendos de sus accionistas.

Así, entre 2015 y 2016 las diez empresas más poderosas del mundo sumaron un balance mayor a los presupuestos acumulados de 180 países, entre ellos Indonesia, Israel o Colombia. Y, a la fecha, 69 de las 100 entidades internacionales con mayores ingresos no son Estados, sino empresas.

De acuerdo con Oxfam, las empresas destinan ahora 70% de sus ganancias en dividendos para los inversionistas, mientras en los años setenta esta tasa alcanzaba apenas 10% de las ganancias.

En 40 años, 60% de las ganancias dejó de ser redistribuida a los trabajadores o invertido en nuevas plantas de producción. Y, en el mismo tiempo, los países disminuyeron los impuestos sobre los ingresos de capital. En otras palabras: los accionistas ganan más y pagan menos impuestos.

Un ejemplo es el de Apple: cerca de las tres cuartas partes del precio de sus teléfonos iPhone son puras ganancias, mientras apenas 5.3% representa el costo de la mano de obra que los fabricó.

La organización lamentó que, pese a las promesas de los gobiernos en erradicar la extrema concentración de riquezas –el décimo punto de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible consiste en “reducir las desigualdades en los países”–, las políticas que se aplican resultan “amañadas”.

Este poder económico permite a las empresas incidir de manera directa en los asuntos internos de los Estados mediante el cabildeo, sobre todo en la toma de decisiones y las legislaciones que les podrían afectar, y en reducir los impuestos que les tocaría pagar.

Oxfam determinó que en los países en desarrollo la tasa de imposición sobre el ingreso se eleva a apenas 30%, “y que la mayor parte nunca se cobra”, y observó que en 1990 los países del G20 cobraban un impuesto de 40% a las empresas, y que 25 años después esta tasa disminuyó a 28.7%.

Para ilustrar este “capitalismo de connivencia”, Oxfam puso como ejemplo a Carlos Slim, quien controla siete de cada diez líneas de telefonía móvil en el país, así como 65% de las líneas fijas, y ello equivale a 2% del PIB nacional; a la par, la organización sostuvo que el gasto social se redujo en 129 mil 200 millones de dólares entre 2005 y 2009, “debido al sector amañado de las telecomunicaciones”.

Por si fuera poco, las empresas escapan a las agencias tributarias de los países donde operan, al abusar de los servicios que ofrecen los paraísos fiscales, tal y como lo reveló el año pasado la investigación global Los Papeles de Panamá, en la que participó Proceso.

De acuerdo con Oxfam, el modelo neoliberal es tan insostenible que amenaza con “dislocar” nuestras sociedades. Además, éste se basa en seis planteamientos engañosos, entre ellos que el mercado debe prevalecer sobre el Estado, que las empresas deben orientarse a maximizar las ganancias de los accionistas, o que el modelo no es sexista.

Cambiar de modelo

Superando el discurso fatalista, Oxfam llamó a la humanidad a explotar su “talento increíble, riquezas enormes e imaginación sin fronteras”, e imponerse un modelo económico que se centre en el ser humano “antes de que sea demasiado tarde”.

“Una economía enfocada sobre el ser humano debe combatir el reforzamiento de los principios neoliberales que, bajo el pretexto de la globalización, colocan a los países unos contra otros, nivelan hacia abajo los impuestos y los salarios, explotan a las poblaciones y los recursos en las cadenas de surtimiento globales, y donde las empresas transnacionales no rinden cuentas a nadie”, aseveró.

En este modelo, los gobiernos estarían al servicio de 99% de la población más pobre, los Estados cooperarían en lugar de hacerse competencia –en materia fiscal, entre otros–, se promovería la igualdad de género, se emplearía energías renovables y se incrementaría el impuesto a las empresas y las personas más adineradas.

Oxfam exigió a los gobiernos que abran las instituciones a un abanico de personas más amplio –y no sólo a la élite–, incentiven la rendición de cuentas –sobre todo en materia de cabildeo–, y que los Estados reasuman la prestación de servicios públicos de calidad, como la salud y la educación.

Asimismo, pidió apostar a los modelos de economía social, como el modelo cooperativista, que no ofrecen “recompensas indebidas” a los accionistas.

Incluso aseveró que, tan sólo al recaudar 1.5% de impuestos sobre las fortunas que superan los mil millones de dólares, se aseguraría la educación y la salud de seis millones de niños. Y los multimillonarios ni cuenta se darían: sus ingresos se incrementan en 10% en promedio cada año.

                                                         
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