En Informe, Peña vuelve a plantear continuidad gubernamental

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CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- Una hora después de iniciado el recuento de indicadores sobre distintos ámbitos de las obligaciones gubernamentales, el presidente Enrique Peña Nieto lanza un mensaje político con una “disyuntiva”:

Se puede seguir transformando a México o ceder a un modelo del pasado. El pasado, dice, ya es conocido y sabemos lo que queremos evitar.

Peña Nieto está hablando de 2018 y la sucesión presidencial. Acaba de plantear que el país no está en los niveles “que todos quisiéramos” pero, asegura, está mejor que hace cinco años y así, el mensaje político, quizás lo más relevante del prolongado discurso con motivo de su Quinto Informe de Gobierno, el penúltimo de su mandato, hace un llamado para que se haga política.

Durante la semana, el lanzamiento de sus spots por el informe, ya han motivado señalamientos, justamente del partido Morena y de un consejero del Instituto Nacional Electoral, por lo que consideraron una alusión a la continuidad contenida en la frase “lo bueno cuenta y queremos que siga contando”. Pero ahora, en el discurso, el mensaje es claro:

“El cambio no ocurre por sí solo” y la disyuntiva es esa: un modelo del pasado frente a quienes “queremos” que el país logre transformarse definitivamente en las próximas dos décadas. Es seguir transformando por la vía de las instituciones y la democracia.

Peña Nieto, el único presidente en la historia moderna del país que ha llegado a su informe en crisis legislativa, pide que se haga política, no convertir diferencias en divisiones, no confundir rivales con enemigos.

El acto inicia puntual con Peña Nieto proyectado en pantallas gigantes mientras camina por los pasillos. Al centro del escenario, que ocupa de extremo a extremo uno de los lados del Patio Central de Palacio Nacional, lo esperan el titular del Poder Judicial, Luis María Aguilar; la representante de la Cámara de Diputados, Imelda Beltrán, y el senador Ernesto Cordero, que ayer asumió la presidencia del Senado, de espaldas a su grupo parlamentario, el PAN.

Y Cordero se roba los aplausos que ya se le dispensan a Peña Nieto, desde su aparición en pantalla y su entrada triunfal al escenario, en el que no hay protestas, críticas ni inconformidades abiertas.

Las protestas, los opositores merecen una alusión al inicio del mensaje. Pero no son los partidos políticos que identifica como aquellos que participaron en el Pacto por México, el acuerdo que posibilitó las reformas estructurales. Se refiere a quienes se resistieron a las reformas porque, “a pesar de que eran benéficas” se oponían por ver afectados sus interés individuales. Se trata de “las inercias y resistencias” a las que se ha referido a lo largo de su gobierno.

Aquí, quienes lo reciben son unas mil 500 personas que le otorgarán la treintena de aplausos durante el acto oficial.
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Concentración de poderosos. El acto de mensaje con motivo del informe ha vuelto. Ya no tiene el esquema del pasado, cuando el presidente en turno, dueño de una aparto hegemónico sin contrapesos legislativos, podía acudir ante el Congreso de la Unión a cumplir con la solemnidad legal tornándola apoteosis que, en el lenguaje de aquellos tiempos, era “el día del presidente”.

Con resistencia a acudir al Congreso, desde la alternancia los presidentes suelen elegir Palacio Nacional o algún otro espacio público que sea fácil de controlar. El año pasado un cambio de formato devino en un malogrado ejercicio de foro con jóvenes que devino en críticas por su notable precariedad republicana.

Así que el acto ha vuelto a Palacio Nacional, donde ya están los magnates como Carlos Slim Helú, el hombre más rico de México; están los legisladores del PRI y partidos afines; políticos medio retirados como Diego Fernández de Ceballos; los funcionarios sexenales de mayor presencia, algunos burócratas y, de manera muy destacada por el propio mandatario, las personas comunes que grabaron con él 47 spots de televisión y que aparecen en la campaña por su quinto informe.

Sea quien sea, un mensaje se repite con insistencia por un anónimo maestro de ceremonias que debe insistir en explicar la forma en que se saluda a la bandera, que en su narración indica una y otra vez que una cosa son los honores al presidente, y que cuando ocurran no deben saludar, que eso se hará al final, cuando se cante el Himno. La recomendación se repite desde que el sonido fue encendido.

Al frente, en el enorme escenario, quedan en un extremo los integrantes del gabinete legal y ampliado; al otro los gobernadores de los estados. El acto está por iniciar.
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En cinco años, Peña Nieto ha vuelto una y otra vez a destacar un aspecto de su gobierno. Persistente en el tema, su orgullo, su presunción: las reformas estructurales. Fuera de ahí, el orden de temas se ajusta a lo que, el primer día de su administración, el ya lejano 1 de diciembre de 2012, planteó como cinco ejes fundamentales y que en sus informes marcan la pauta.

Primer eje: México en Paz. Peña Nieto repite indicadores que hace apenas unos días, durante la sesión del Consejo Nacional de Seguridad expuso.

Que bajaron los delitos del fuero común; que él ha planteado siempre coordinación, inteligencia y prevención. Que creó la Gendarmería y una división policial ambiental; que implementó el número de emergencias 911 y que durante su gobierno se ha logrado “neutralizar” a 107 de 122 criminales peligrosos. De rigor, los presidentes suelen hacer un reconocimiento a las Fuerzas Armadas y esta vez no es la excepción. Aplausos.

El punto es que ahora, Peña Nieto repite lo que dijo desde los primeros días de su gobierno: que las Fuerzas Armadas no pueden estar siempre en tareas de seguridad y que los estados deben profesionalizar sus cuerpos policiacos, pues son los responsables de atender la mayoría de los delitos. Vuelve a llamar al congreso para que apruebe como el quiere la iniciativa de mando único.

Peña Nieto no habla de los periodistas o defensores de derechos humanos desaparecidos o muertos; de los 100 mil asesinatos sólo reconoce la mitad como competencia de su gobierno; de las labores de espionaje y otros señalamientos, pues como si no existieran.

En el rubro incluye los sistemas nacional de Transparencia y Anticorrupción. De los que se dice respetuoso e impulsor por sus convicciones democráticas. Inclusive, afirma que él siempre les dice a los servidores públicos que, palabras más o menos, sean honestos.

Según eje: México Incluyente. Que no es otra cosa que la política de desarrollo social. Entonces, esta vez, Peña Nieto proclama que dos millones de personas salieron de la pobreza extrema y enumera los programas y beneficiarios. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) le permite la recitación de cifras para el logro.

Tercer Eje: México con Educación de Calidad. Una vez más, todo parte de la reforma educativa, aquella que se relaciona con la evaluación la implementación del nuevo modelo educativo y, sobretodo, la recuperación de la rectoría del estado sobre el rubro.

Pero si en algo pone énfasis es en el cuarto eje: México Próspero. Esta vez Peña Nieto presume que los ingresos fiscales ya no dependen del petróleo que antes representaban el 40% y ahora sólo el 16%, gracias a que se amplió la base de contribuyentes en 60%.

Su listado es largo: por primera vez, dice, habrá superávit; se han construido gasoductos; se aumentó la generación de electricidad; el país recibe más inversión extrajera que en el sexenio pasado; hay cifras récord de empleos; el nuevo aeropuerto, carreteras por todas partes, puertos; nueva cadena de televisión, más televisoras locales; telefonía e internet más barato y, aunque admite que aun hay “desafíos”, el país crece cada año.

Finalmente, el eje México con responsabilidad global, es decir, su relanzamiento de las relaciones exteriores.

La referencia obligada es a Estados Unidos, con quien Peña Nieto sostiene van a seguir buscando que se alcancen acuerdos con responsabilidad compartida. En la relación con el nuevo gobierno, el de Donald Trump, la relación, sostiene se basa en el respeto y la soberanía:

“No aceptaremos nada que vaya en contra de nuestra dignidad como nación”, dice Peña Nieto enfático arrancando uno de los aplausos más sonoros del evento. Luego ya continúa con otros “logros” de su relación con otros países y vuelve más tarde al Tratado de Libre Comercio, donde establece que el equipo negociador tiene instrucciones precisas para mantener su postura en la negociación. Más aplausos.

Después de eso, el acto se encamina a su fin. Peña Nieto ha dicho que de mantener al país en la ruta que su gobierno ha trazado, en dos décadas podría estar entre los más desarrollados del mundo. Al dar el mensaje político, el de la disyuntiva nacional, es cuando Peña Nieto declara que si bien hay retos y desafíos pendientes, el país está mejor que hace cinco años y, tras un mensaje de despedida, concluye ovacionado por los presentes.

                                                         
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