El Cereso de Piedras Negras, “búnker” de Los Zetas

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SALTILLO, Coah. (apro).- Siempre que salía de su celda en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Piedras Negras, su búnker, Ramón Burciaga Magallanes, ‘El Maga’, tenía un vehículo a su disposición e iba a su restaurante favorito para desayunar y leer los periódicos.

Como “líder del autogobierno” que mantuvieron Los Zetas durante aproximadamente cuatro años en esa prisión ubicada sobre el kilómetro 10.5 de la desértica carretera Ribereña que conduce a Ciudad Acuña, ‘El Maga’ entraba y salía de la prisión por la puerta grande, sin pena ni gloria, como quien tiene las manos limpias.

Viajaba alrededor de ocho kilómetros para desayunar un aromático café y hojear los diarios. Al terminar deambulaba por la ciudad y en la noche regresaba a descansar a su pulcra y cómoda celda de ese centro penitenciario donde, con su aval, se cometieron decenas de asesinatos a manos de Los Zetas.

En diversas ocasiones, Omar Treviño Morales, Z42 –líder regional de los Zetas–, “visitó” a ‘El Maga’ para esconderse en el Cereso mientras elementos de la Secretaría de Marina realizaba operativos con el fin de capturarlo.

“Al interior del Cereso, Los Zetas llevaron a cabo acciones como fabricación de chalecos, fornituras, reparación y/o desmantelamiento de vehículos”, cuenta a Apro José Ángel Herrera, fiscal especial para la búsqueda de personas desaparecidas en Coahuila.

En los talleres de la prisión, los internos modificaban tanques de la gasolina de automóviles, camionetas y hasta tracto camiones. Esos vehículos fueron utilizados para regresar las millonarias ganancias de Los Zetas por el tráfico de cocaína que distribuían mensualmente por todo Estados Unidos desde Dallas, Texas.

Los vehículos alterados retornaban con abultadas bolsas de plástico selladas herméticamente, donde venían millones de dólares. Desde Dallas, Los Zetas recibían cada semana 4.5 millones en billetes de 100, 50 y 20 dólares.

Internos interrogados por el fiscal confesaron que desde 2009 al Cereso de Piedras Negras ingresaron camionetas con decenas de cadáveres, pero en ocasiones las víctimas aún llegaban vivas. En total fueron “unas 150 personas privadas de su libertad, quienes posteriormente fueron ejecutadas e incineradas en el área de talleres y carpintería”, describe Herrera.

Hasta septiembre pasado, la Fiscalía de Desaparecidos de Coahuila identificó a 37 de las 150 personas que fueron asesinadas e incineradas dentro de esa prisión.

Damaris, en el lugar equivocado

“Entre las 37 víctimas identificadas está una familia integrada por siete miembros, entre ellas una mujer y un menor de edad”, dice Herrera.

La mujer, originaria de Allende, había cumplido 22 años cuando fue “levantada”.

Atsi Damaris Reyna Sauceda, quien soñaba con ser maestra, estudió en Cinco Manantiales la primaria, secundaria y preparatoria. Para continuar con sus estudios abandonó su pueblo y fue a vivir a la vecina ciudad fronteriza de Piedras Negras, donde un tiempo trabajó en la maquila japonesa Fujikura, especializada en la fabricación de partes para el sistema eléctrico de autos.

La espiral trágica que derrumbó su ilusión de convertirse en maestra empezó cuando conoció a un joven que pronto se convirtió en su esposo y con quien procreó dos hijos.

Su suegro, Juan Antonio Villa de Hoyos, era propietario del conocido Bar Moctezuma y de otras dos cantinas en la zona de prostíbulos. El hombre tenía una deuda con Los Zetas, quienes cobraban derecho de piso a todos los “antros” y los obligaban a vender su whisky y su droga.

La noche del 18 de diciembre de 2011, los hombres de David Alejandro Loreto Mejorado, “Comandante Enano”, fueron por toda la familia Villa de Hoyos.

Loreto Mejorado era el jefe de sicarios en Piedras Negras y pistolero favorito de los hermanos Miguel Ángel y Omar Treviño Morales, Z40 y Z42 respectivamente.

Esa noche iniciaban en la frontera mexicana las posadas navideñas. El suegro de Atsi Damaris, su esposa y tres de sus hijos, incluido un menor de edad, se reunieron en un rancho del Ejido Piedras Negras, una de sus propiedades.

El comando que “levantó” a la familia Villa iba encabezado por los pistoleros Santiago Peralta García, “El Moco”, y Manuel Elguezabal Hernández, “El Vaquero”. Los sicarios se dieron cuenta que faltaba el esposo de Damaris y obligaron a la familia a que lo llamara por teléfono y le pidiera reunirse con ellos, diciéndole que su madre “había enfermado”.

“Cuando recibió la llamada, Atsi Damaris escuchó que la mamá de su esposo estaba enferma y decidió acompañarlo”, relata a Apro Olga Lidia Sauceda, madre de la joven.

Como ya era muy noche, el esposo se negó a que ella lo acompañara, pero Damaris insistió en ir con él. Esa misma noche toda la familia fue asesinada y los cadáveres trasladados al interior del Cereso de Piedras Negras, para que tres “cocineros” los cremaran en la zona de carpintería.

Mientras tanto, los halcones de ‘Comandante Enano’ vigilaban para que sus enemigos del Cártel del Golfo no penetraran la ciudad de Piedras Negras. Cualquier grupo mayor a cuatro hombres jóvenes era considerado su rival.

En una ocasión Los Zetas levantaron por error a cinco sordomudos que recién habían llegado a la ciudad para pedir limosna a cambio de calendarios, plumas y artículos religiosos. Eran cerca de las 18;30 cuando un grupo de hombres armados llegó por ellos a la avenida Román Cepeda y bulevar República, en la colonia 24 de Agosto.

Los halcones habían reportado que podría tratarse de “miembros de la contra”. Tras capturarlos, los llevaron al Cereso para que los torturaran y los hicieran “hablar”. Ninguno de ellos volvió a salir. Tampoco lo hicieron algunos miembros de la Policía Federal y decenas de rivales, así como víctimas inocentes que eran confundidas.
Además, al menos 11 mujeres que habían llegado a la prisión para amenizar las fiestas fueron incineradas.
Algunos huesos y molares de las víctimas resistieron al fuego, debido a que los “hornos” donde se cocinaron los cientos de cadáveres eran improvisados barriles.

“Los pequeños restos fueron metidos en bolsas de plástico negras para luego ser vertidas en el Río San Rodrigo a la altura del Ejido el Moral, ubicado sobre la carretera Piedras Negras-Ciudad Acuña”, dice el fiscal para desaparecidos.

Para localizar los restos, durante un tiempo las autoridades desviaron el cauce del río. No obstante, “debido a las inundaciones que provocó un huracán, las bolsas con los restos humanos fueron arrastrados por la corriente y terminaron en el Río Bravo”, añade el funcionario.

Los crímenes ocurridos dentro del Cereso empezaron a ser investigados en enero de 2014 por la Procuraduría General de Justicia de Coahuila, tras las denuncias de familiares de las víctimas.

Para julio de 2017, el Juzgado Segundo de Primera Instancia en Materia Penal del Distrito Judicial de Río Grande, con residencia en Piedras Negras, dictó una sentencia de 75 años de prisión contra Santiago Peralta García y de 50 años para Manuel Elguezabal Hernández

La sentencia en contra de Ramón Burciaga Magallanes sigue pendiente.

David Alejandro Loreto Mejorado falleció en un enfrentamiento contra efectivos del Ejército Mexicano el 3 de mayo de 2013 en Fresnillo, Zacatecas, donde fue enviado como jefe de plaza.

Humberto Moreira, cómplice

La Fiscalía cuenta con la confesión de uno de los “cocineros” que testificó los crímenes en el Cereso de Piedras Negras y que se perpetraron hasta septiembre de 2012, fecha en que ocurrió una fuga masiva. Las autoridades identificaron a ocho custodios que permitieron la incineración de los cadáveres.

“Los Zetas contaron con la aquiescencia del personal de guardia y custodia del Centro de Readaptación Social de Piedras Negras para ejecutar el delito de desaparición de persona, y los responsables se encuentran plenamente identificados”, precisa Herrera.

El “matrimonio” de las autoridades con Los Zetas ya había sido denunciado desde 2010 a la administración del exgobernador Humberto Moreira. Por complicidad o incapacidad no realizó ninguna acción para evitar que decenas de personas continuaran siendo asesinadas en esa cárcel estatal.

Incluso los “diagnósticos” de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) sobre el sistema penitenciario mexicano especificaron que en el Cereso de Piedras Negras existía un “control de los internos en seguridad, actividades productivas, educativas y deportivas”.

Esos “diagnósticos”, que se publicaban cada año, describieron el autogobierno de Los Zetas en el penal. La advertencia se repitió desde 2011 hasta 2013.

Durante tres años la CNDH describió en su reporte los siguientes hechos en el Cereso de Piedras:

“1. Deficiencias en el ejercicio de las funciones de autoridad por parte de los servidores públicos del Centro (existe control por parte de los internos en seguridad, actividades productivas, educativas y deportivas; servicio de alimentación, limpieza y mantenimiento; de acceso de las visitas y teléfonos).
“2. Existencia de áreas de privilegios, de objetos y sustancias prohibidas.
“3. Existencia de internos que ejercen violencia o control sobre el resto de la población.
“4- Prostitución.
“5. Presencia de cobros por parte de los custodios para pase de lista.
“6. Presencia de cobros por parte de los internos para protección, asignación de estancia y plancha para dormir, pase de lista, mantenimiento de los dormitorios, alimentos, servicio médico, medicamentos, uso del teléfono, visitas, acceso a actividades laborales, educativas y/o deportivas, no realizar labores de limpieza y no cumplir una sanción administrativa.
“7. Deficiencia en la capacitación del personal de seguridad y custodia”.

Además de la denuncia de la CNDH, otras organizaciones locales de derechos humanos advirtieron al gobernador Humberto Moreira sobre esos crímenes, pero su administración se convirtió en cómplice por omisión al negarse a intervenir para modificar el autogobierno que mantenían Los Zetas en la prisión fronteriza.

                                                         
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