Diego: del juicio a políticos y Televisa al drama de su secuestro

proceso.com.mx

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- “Yo estoy ya de salida, no tengo por qué andar cuidando moditos ni formas con nadie”, advierte Diego Fernández de Cevallos en un momento de la amplia entrevista concedida a Proceso, medio que ha registrado críticamente su biografía como candidato, legislador y litigante.

Vehemente, El Jefe Diego disecciona la política de México, la actual y la que él mismo ha protagonizado desde 1988. No esquiva temas: airea su amistad con Salinas, evalúa a Enrique Peña Nieto, enjuicia a Vicente Fox y a Felipe Calderón, respalda y critica a Ricardo Anaya, alerta sobre Andrés Manuel López Obrador y habla de su fortuna y de su intensa vida política.

De Peña Nieto pondera positivas sus reformas, pero añade que su saldo es oprobioso en corrupción, violencia y pobreza… un gobierno de contrastes. Calderón, su correligionario, es desleal al PAN, afirma: su comportamiento es “absolutamente deleznable”. De Fox, en quien nunca creyó, dice: “Es un hombre que está mal de la cabeza”.

A Ricardo Anaya, el candidato presidencial de su partido en alianza con el PRD, le critica no hacer política para ser incluyente, pero lo ve dotado de inteligencia, capacidad de trabajo, formación y cultura.

–¿Le ve tamaños para presidente de México? –pregunta el reportero.

–¡Por supuesto que sí!

Y despotrica contra López Obrador: “Es un enfermo mental, un corrupto y un bribón de tiempo completo. Jamás voy a aceptarlo como el presidente que merece México”.

–¿López Obrador puede ser presidente?

–¡Pero facilísimamente puede llegar!

Reconoce que le dio dinero al empresario Carlos Ahumada a cambio de los videos de René Bejarano, y niega que se haya echado “para atrás” en las elecciones de 1994; lo que ocurrió, afirma, es que Salinas activó el aparato a favor de Ernesto Zedillo.

Asegura que corrió de su despacho a Emilio Chuayffet, secretario de Gobernación de Zedillo, por propalar la “infamia” de que Salinas le había regalado los terrenos de Punta Diamante; y cuenta que le mentó la madre a Emilio Azcárraga Milmo, el fallecido dueño de Televisa, por sabotear su campaña presidencial.

También narra que en 2006 desactivó una “felonía” de Fox contra López Obrador y que Luisa María Calderón, al tiempo que lo acusaba de traficar influencias en el Senado, le pedía favores.

Militante del PAN desde los 17 años, cuando Luis H. Álvarez era candidato panista a la Presidencia, Fernández de Cevallos se ufana de haber nacido prácticamente al mismo tiempo que su partido. Él, en 1941 y el partido, en septiembre de 1939.

“Acción Nacional nace propiamente en el 40 y yo estaba en el vientre de mi madre. Así que tuve dos bautizos: uno, de la Iglesia Católica y otro, del PAN, porque mi padre fue uno de los fundadores. Para mí es una segunda religión.”

Coordinador de la diputación panista en el segundo trienio de Salinas, a quien Acción Nacional acusó de haber ganado la Presidencia mediante un fraude, Fernández de Cevallos convenció al presidente del PAN, Luis H. Álvarez, de quemar las boletas electorales que hubieran probado dicho fraude. Y sigue pensando que fue lo correcto.

–En su libro Medio siglo, Álvarez se arrepintió de haber cedido a la propuesta suya de quemar las boletas de la elección de 1988. ¿Usted también se arrepiente?

–Por supuesto que no. Lo volvería a hacer.

“Tengo muchas cosas de qué arrepentirme, porque he cometido muchos errores, pero no tengo nada de qué avergonzarme. No he sido instrumento de nadie para dañar a nadie. He dado la cara toda mi vida, de acuerdo a mis convicciones. ¿Errores? Sí, por supuesto. Las diferencias que haya tenido con Proceso, ¿fueron culpa de Proceso, culpa mía o culpa de ambos? Habría que analizarlo. Por mi parte, rectifico”.

–Una de las cosas de las que se arrepiente… –se le pregunta.

–Precisamente de no haberme reconciliado con Proceso hace muchos años. Estaba en mi lugar haber venido a decir: “¿Qué traen conmigo?”… y aclararlo. Si fuera un hombre de rencores no estaría aquí, por la forma como me han tratado. Sin embargo, los quiero y los quiero bien.

–¿Lo hemos maltratado?

–Me han acusado de corrupto cuando les ha dado la gana. Y está bien. Ese es su criterio. Pero no guardo un costal de agravios.

Dueño de “muchos ranchos”, el panista ha sido un hombre rico que se ufana de su fortuna, aun después de pagar el rescate de su secuestro, hace ocho años: “Nunca he hecho declaración de bienes. Nunca. Yo he hecho ostentación de bienes, porque nada me he robado”.

–¿Le duele que lo asocien al tráfico de influencias y a la corrupción?

–No. Es el precio que se tiene que pagar en un país donde el que acusa no tiene obligación de presentar pruebas.

Calderón, la deslealtad

Litigante que inició su carrera en el despacho de Manuel Gómez Morin, el fundador del PAN, Fernández de Cevallos afirma que nunca ha vivido de la política y esa, dice, es su ventaja ante quienes sí viven de ella e incurren en conflictos de interés… como la familia Calderón.

“¿Qué dijo la señora Margarita Zavala hace dos años? Yo voy a ir en la boleta electoral, dentro de Acción Nacional o fuera del partido. ¡Lo dijo y era militante de un partido! ¿No hay ahí conflicto de interés? Cuando el expresidente Calderón está apoyando a su señora, ¿hay o no un conflicto de interés?”.

Y platica que su entonces compañera senadora, Luisa María Calderón, hermana de Felipe, promovió en 2003 una iniciativa para combatir el conflicto de intereses y la llamó “Ley Diego”, pues él era litigante al mismo tiempo que legislador. “Curiosamente cuando senadores del PRD, del PRI y del PAN criticaban mi trabajo como abogado, los mismos promotores de esa ley anti-Diego me estaban pidiendo defensa jurídica de asuntos personales y familiares”.

–¿Luisa María Calderón?

–¡Por supuesto! Y tengo pruebas y testigos. Luisa María Calderón, cuando a mí me decía: “Esto es injusto porque hay conflicto de intereses y yo hago la ley”. “Hazla”, le dije. Y al mismo tiempo tenía un conflicto con un departamento que le estaban robando y fue conmigo. Y además con una aclaración: se lo puedo decir en su cara.

Revela que, tras resolverle el problema, se encontró con ella, quien le espetó: “¿Crees que te lo vengo a agradecer, verdad?”.

“–No, ¿por qué?

“–Pues no te lo vengo a agradecer. Esa es la forma que tú tienes para dominar a los demás.

“–Nunca lo hice para que me lo agradecieras, y si otro día te puedo volver a servir, lo haré con la misma intención”.

Sobre Felipe Calderón y sus críticas a Anaya y al actual presidente del PAN, Damián Zepeda, opina: “Este comportamiento me parece absolutamente deleznable por varias razones: por esa ingratitud que tiene para el partido que le dio todo y porque el cuento de que (el PAN) ya no es el mismo, no es suficiente. Que él se saliera de Acción Nacional (estaría) perfectamente justificado, pero que ahora apedree el tejado de la casa que lo albergó toda su vida, no me parece honorable.

“Si yo tengo críticas a mi partido y las hago públicas, es porque creo que con esto le hago un bien, no para acabar con el tejado, no para destruirlo, no para devaluarlo; sencillamente por gratitud, por lealtad a mi partido cuestiono ciertos comportamientos. Por eso digo: no vivo de la política. No tengo a una esposa apoyándola para que sea candidata independiente”.

–¿Ese es el conflicto de interés?

–¡Por supuesto! Eso salta a la vista. Yo hubiera preferido un Calderón (que dijera): “No estoy de acuerdo con el presidente de mi partido. Me repliego. Que mi señora busque la candidatura por su cuenta y riesgo. No intervengo, por decoro, por pundonor, hasta por ayudarle”. Punto.

Añade: “Mientras la rueda de la fortuna política los tenía arriba, el panorama era bellísimo y todo era justificado y democrático. Y Calderón pudo haber impuesto a dos presidentes de su partido y nadie dijo que eso era un partido distinto al de toda la vida. A la hora que la rueda de la fortuna los coloca abajo y ya no hay los espacios que ellos quisieran o consideran merecer, esto ya no valió”.

Sobre Fox, quien llegó a la presidencia gracias al PAN, del que renegó para apoyar ahora al PRI, es más crítico aún: “(Es) de dar pena. Un tipo que despertó tanto entusiasmo, que logró un cambio tan importante para dejar atrás todo un sistema hegemónico, que abrió las puertas de la alternancia, que después desbarró en muchos aspectos. Es verdaderamente penoso.

Enfatiza: “Nunca me sorprendió el señor Fox. Apoyaba yo, pero sabía que era un perfil que no podía llegar, por grandote que esté, muy lejos. No traía esa consistencia del hombre cabal; y además es un hombre que está mal de la cabeza. Y ahí sí, sólo los médicos que saben de eso y Dios”.

AMLO, “el mismo de siempre”

Fernández de Cevallos se ufana de que el PAN “está salvando cara e imagen dentro de un contexto muy complicado y muy turbio de la política en general”, sin ignorar que también se ha ensuciado de corrupción.

“¿Cuál ha sido una de las críticas que yo he hecho en relación con los partidos, incluyendo al mío? Una muy clara: cuando estaba concentrado el poder, estaba concentrada la corrupción; cuando se democratizó el poder, se democratizó, entre comillas, la corrupción”.

Y, dice, en todos hay conflictos, como en el PRI que son soterrados; y en Morena domina López Obrador. “Todos entregados a la divinidad”.

–¿Ya evolucionó?

–¡Por supuesto que no! Es el mismo de siempre. Está agazapado. Es un falsario de tiempo completo y, por supuesto, es un tipo sin honor, sinvergüenza en toda la extensión de la palabra. Corrupto. Lo que pasa, mañoso, es que le juega al pobrecito.

–¿Por qué corrupto?

–Porque todo su comportamiento es de estafa. Con un solo elemento lo digo: si todos los que están con la mafia son bienvenidos con tal de que se le entreguen a él, es un acto de corrupción política. No tenemos precedentes así. Este señor igual condena con la ira de Dios que perdona con la bondad de Dios. ¡Eso no puede ser! Es un enfermo mental, un corrupto y es un bribón de tiempo completo.

Admite que López Obrador está más cerca de ganar la Presidencia que en 2006 y es escéptico de lo que sería su desempeño.

“No sé lo que vaya a pasar. Lo que sí sé es que ese, en la Presidencia, no le conviene a México. ¿Hasta dónde va a llegar? No lo sabemos. El ser humano termina por ser, muchas veces, impredecible. Pero toda su trayectoria nos lleva a una conclusión: no es un hombre de honor, no es un demócrata. Es autoritario, es intolerante, es lépero, es alguien que ha venido cultivando todo su trayecto político en función de la división de los mexicanos entre buenos y malvados. ¿Quiénes son los malvados? Los que no están conmigo. Eso no puede ser honorable.

–¿Las instituciones son capaces de resistirlo?

–No lo sé. Hay mucha cobardía también en los demás poderes. Hay mucho de conveniencia y de acomodo. Entonces, ¿lo van a resistir en sus brutalidades, en sus abusos, en sus atropellos? ¡Quién sabe!

“Lo único que sí digo es: yo no tengo, ya no digamos miedo, no tengo temor de que llegue, porque ni él ni nadie me puede quitar nada que no me vaya a quitar la muerte. Entonces, en lo personal, no me quita el sueño”.

Peña Nieto, saldo oprobioso

Fernández de Cevallos defiende su amistad con Peña Nieto, una que viene desde que era gobernador del Estado de México –amistad criticada por los panistas–, pero eso no implica que avale su gobierno.

“El trato personal te acerca en la cordialidad, pero no quiere decir que seas tú el reflejo del otro y el otro el reflejo tuyo. Cada quien lleva su vida. Si tú tienes como amigo a un homosexual, ¿eso te hace homosexual? No. Él es así y tú de otra manera. Y tan respetable es una posición como la otra”.

Y aunque aplaude las reformas peñistas que para él son clave para el destino del país, contrasta: “Su paso por la política, como gobernador y como presidente, deja un saldo impresentable, oprobioso, en el ámbito de la corrupción, de la impunidad, de la violencia y por supuesto de la pobreza”.

–¿Él, siendo jefe de Estado, es corrupto?

–¡No! ¡Momento! Yo no voy a decir quién es bueno y quién es malo, porque no soy López Obrador. Hay unos aspectos de altísimo valor, en otros aspectos es oprobioso, impresentable, indigno de cualquier gobierno dejar estos saldos. Mas no puedo decir que la corrupción, que la pobreza, la violencia estén a cargo o a favor de una sola persona.

–¿Peña, para usted, es un hombre honesto?

–Yo digo el saldo que tiene positivo y el saldo que tiene impresentable. Saca la conclusión que quieras.

Y compara: “Es lo mismo que Salinas. Exactamente el mismo modelo de Salinas como presidente, con todas sus diferencias personales y de tiempo. Salinas fue un gran presidente de México en muchos aspectos y en otros… está su comportamiento en la elección de 1994”.

Y es que Fernández de Cevallos ha sido visto con desconfianza desde esa elección, cuando, tras resultar victorioso en el debate ante Zedillo y Cárdenas, se dijo que “desapareció” y eso se atribuyó a su relación con Salinas. Hasta Fox, en su libro A Los Pinos, escribió: “A la mera hora, se echó para atrás”.

“Una de las acusaciones que se han hecho en mi contra es que yo subí a las alturas inimaginables con el debate y que después me arreglé. Me arreglé con dinero, pues. ‘Despareciste’, dijeron. ¿Desaparecí o me desaparecieron?”.

Trae consigo y exhibe un ejemplar de la edición 1250 de Proceso, del 14 de octubre de 2000, con una entrevista de Rafael Rodríguez Castañeda con Carlos Salinas.

“Aquí está, en voz del expresidente, para que no haya la menor duda”, dice al citar que Salinas de Gortari admitió ser el orquestador de la campaña del PRI, tras el asesinato del candidato Luis Donaldo Colosio.

“Ante las ambiciones desatadas –declaró–, tuve que precipitar la designación del doctor Zedillo como sustituto de Luis Donaldo.

“–¿Con ello se terminó la pugna interna? –le preguntó Rodríguez Castañeda.

“–Con un gran esfuerzo político se logró cohesionar a distintos grupos del partido alrededor de la candidatura de Zedillo. Lástima que él haya perdido el debate televisado con Diego Fernández de Cevallos, porque estuvo también a punto de perder las elecciones.

“Si éstas se hubieran realizado unas horas después del debate, las hubiera ganado Fernández de Cevallos. La derrota de Zedillo en el debate obligó no sólo a fortalecer la condición interna del PRI, sino a facilitarle al doctor Zedillo todo un cuerpo de asesores y medios de comunicación para proyectar una imagen. Zedillo llegó a la conclusión que necesitaba apropiarse de los éxitos de mi gobierno para poder relanzar su candidatura, en lo cual yo estuve de acuerdo. De esa manera, pudo alcanzar la victoria en las elecciones del 21 de agosto de 1994”.

Ante esta declaración de Salinas, exclama: “¿Cómo defenderme de la maledicencia de ‘te rajaste, te dieron dinero, fuiste cobarde’? ¿Qué contestas? Para mí esto es maravilloso. Yo ya no tengo nada más que hablar. El propio presidente de la república dijo que hizo esta fechoría. Así fue”.

Y añade: “En aquel tiempo, con aquellas autoridades, con aquellos medios de comunicación, donde Televisa era ‘soldado del presidente’, yo hubiera querido ver al guapo que hubiera podido remontar esta realidad”.

–Si Salinas le hizo fraude, ¿por qué es su amigo?

–Yo soy un hombre muy apasionado en el trato con todos los seres humanos y no guardo rencores para con nadie. Si no dialogo con López es porque él no quiere. ¿Por qué puedo tratar a Cárdenas con gran afecto y reconocimiento? Porque yo no soy el juez de la conducta. Yo puedo decir lo que hizo Salinas con mi campaña y eso no quita que sea un tipo brillante y que haya hecho muchas cosas positivas para México. Yo privilegio el trato humano, pero eso no significa ser tapadera o entrar en componendas.

La mentada a Azcárraga

En la elección de ese año, apunta, fue clave Televisa. Las multitudes que iban a sus mítines no aparecían, mientras que se exaltaba a Zedillo en las pantallas. Afirma que esa parcialidad de la televisora hizo que, en Durango, le dijera a una reportera de esa empresa que, de tener enfrente a Emilio Azcárraga, le mentaría la madre.

Televisa se quejó con el secretario de Gobernación, Jorge Carpizo, quien llamó al presidente del PAN, Carlos Castillo Peraza. “Oye, le mentó la madre Diego al señor Azcárraga”.

Cuenta que se reunió con Castillo y Carpizo para aclararles: “Yo no le menté la madre. Yo a la niña le dije que me gustaría tener enfrente a Emilio Azcárraga para mandarlo a chingar a su madre. Son cosas distintas”. Días después, dice, rechazó la petición de una entrevista que le hizo telefónicamente Fernando Alcalá: “No. A ti te digo: de Emilio Azcárraga para arriba y para abajo, vayan y chinguen a su madre. Y colgué el teléfono”.

Otra vez intervinieron Carpizo y Castillo Peraza, quien le pidió que para “arreglar” la cobertura de Televisa, ya a tres semanas de los comicios, debía disculparse con Azcárraga.

“¿Así es que ahora soy yo el que tiene que disculparse? ¿De qué me viste la cara?”, cuenta que le dijo a Castillo Peraza. “Es por el partido”, respondió aquél. “No, señor. Ni vivo ni muerto, ni por una Presidencia ni por mil. Jamás le voy a pedir perdón a ese hijo de puta. Y me dice: ‘Pues yo te lo puedo pedir como presidente de Acción Nacional’. ‘¡No te atrevas!’ Ahí quedó”.

La noche misma de la elección, el 21 de agosto de 1994, Azcárraga envió un emisario al PAN, Gastón Melo, para invitarlo a cenar al día siguiente. “Estaba esperándome en la banqueta y entramos”, evoca.

“Estoy muy agradecido contigo, porque estoy muy interesado en platicar sobre lo pasado”, le dijo Azcárraga de inicio.

“No nos engañemos, Emilio. Tú no puedes ser el agradecido de aquí. El agradecido soy yo y por una razón muy sencilla: tú y yo sabemos muy bien que desde hace mucho tiempo yo vengo acariciando este momento con un solo propósito: mandarte a chingar a tu puta madre. Es a lo que vengo. Y dime en qué otra cosa te puedo servir.

“–Diego, tienes toda la razón, pero mira, Televisa…

“–No, no, no. Ustedes son el negocio y soldados del presidente. Me queda claro.”

Tras eso, cuenta, platicaron “sin ofensas y sin agravios” y acordaron una entrevista con Ricardo Rocha, en el mejor horario, sin límite de tiempo ni cortes, que se retransmitiría al día siguiente. Diego embistió a Zedillo. “Me la cumplió Azcárraga. No soy alguien que no sepa reconocer o agradecer”.

Chuayffet, “bribón y cobarde”

Fernández de Cevallos fue acusado por Santiago Oñate y Roberto Campa Cifrián, presidentes del PRI nacional y del capitalino, respectivamente, de haber recibido como regalo de Salinas unos terrenos en Punta Diamante, Guerrero. Ya era presidente Zedillo.

“La crisis económica del gobierno de Zedillo subió mi popularidad mucho más que como candidato y muchos decían: ‘Diego debió haber sido presidente’. De ahí surgió que alguna forma debería existir para bajarme a mí de un escenario en el que yo ya no tenía ninguna competencia. Y del PRI surgió la idea de que Salinas me había regalado el terreno de Playa Diamante, aunque la llaman Punta Diamante”.

Como sabía que ambos priistas no se mandaban solos, buscó al secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet, quien se ofreció a ir a su despacho de Lomas Virreyes.

“A ver secretario –le dijo–, yo he sido honesto y derecho con ustedes. Si tienen algo que imputarme, háganlo de frente, pero que manden al jefe nacional del PRI y al de la Ciudad de México a golpearme a la mala, no me parece justo.

“–Te aseguro que el gobierno no tiene nada que ver –dijo Chuayffet.

“–No le demos muchas vueltas: yo no le voy a cobrar la cuenta a este par de imbéciles. Esta cuenta me la paga el presidente Zedillo. O los calla, porque me están difamando a la mala, o se atiene a las consecuencias”.

Chuayffet prometió que vería el asunto, pero una semana después volvió al despacho de Fernández de Cevallos para reiterarle que el gobierno nada tenía que ver. Y en una tercera conversación, el panista le ratificó: “Dile a ese hijo de puta de Zedillo que la cuenta se la voy a cobrar a él”.

Y sí: exhibió en televisión a Zedillo como dueño de un departamento en Acapulco con una deuda de predial de tres años. Pero Chuayffet, también por televisión, lo acusó de mentir y aseguró que el presidente no era el propietario.

“Como a los 15 días del escándalo fue Emilio a mi despacho a ofrecerme una disculpa y a decirme que en realidad lo que él había dicho en la televisión fue porque había sido obligado por el presidente”.

“Le dije: ‘Además de todo, bribón y cobarde’. Y saqué de mi despacho al secretario de Gobernación, amenazándolo con sacarlo a golpes. Esa es la historia de Punta Diamante”.

En defensa de AMLO

En 2003 Fernández de Cevallos fue clave para la difusión de los videos de Carlos Ahumada que exhibían al diputado local René Bejarano, exsecretario particular de López Obrador, recibiendo dinero. Pero lo hizo, dice, porque era un asunto de interés público, no por órdenes de Salinas.

Revela que le hizo un préstamo a Ahumada, cuya cifra no precisa, pero que hasta la fecha le adeuda. “Yo lo hice de mi cuenta personal y ante notario público, porque no estaba escondiendo nada. Yo hice ese préstamo, que nunca me pagó, y de ahí surgió todo. Esa fue mi participación. Él fue a la procuraduría y se hizo el alboroto. Y yo lo reconocí”.

–¿Cuánto dinero le prestó a Ahumada?

–Ese es asunto mío.

–¿No son los 400 millones que él dice en su libro que le prometieron usted y Salinas?
Se ríe.

–No. Lo único que puedo decirte fue que el trato lo hice con él. Lo hice públicamente y además él lo ratificó en Cuba… El dinero no me lo pagó.

Y habla de un episodio desconocido hasta ahora: desde Los Pinos se tramó, unos días antes de la elección de 2006, una maniobra para afectar a López Obrador con declaraciones de su exsecretario de Finanzas, Gustavo Ponce, encarcelado por fraude, peculado y enriquecimiento ilícito.

“Me llamó un amigo de parte de Marcelo Ebrard y me dijo: ‘Oye, tu gente está haciendo una picardía de las que no se valen’. ‘¿Qué está pasando?’ Y me dice: ‘Van a ir hoy a medianoche a la cárcel, con el jugador de Las Vegas, a sacar una declaración contra López Obrador, porque mañana la quieren estallar’. Le digo: ‘¡Esa es una felonía!’ ‘Pues sí’. ‘¿Y por qué no hablan con Gobernación?’ ‘Ya hablamos’”.

Entonces, narra, él mismo fue a hablar del tema con Carlos Abascal, secretario de Gobernación en el tramo final del sexenio de Fox, quien le confirmó la maniobra: “Me dijo que era una decisión tomada, que había operaciones y trabajos de la Procuraduría que estaban en curso”.

Entonces intervino: “Me crucé para que no se hiciera ese trámite contra López Obrador. Era una sinvergüenzada, era un abuso de poder. Lo detuve y eso les consta a Ebrard y a varios de sus amigos. ¿En favor de qué? Sí, de López Obrador, pero fundamentalmente de la justicia. Porque hay cosas que en la política no se deben permitir”.

–¿Quién tramó eso?

–El gobierno federal de ese tiempo.

–Vicente Fox.

–El gobierno federal de ese tiempo, al más alto nivel. Yo lo discutí con ellos.

–Pero en Los Pinos.

–A fuerzas. Y ahí se detuvo. Y en forma muy dura además. Lo que quiero decir es: yo estoy ya de salida, yo no tengo por qué andar cuidando moditos ni formas con nadie. De mí pueden decir lo que quieran, voy a dar la cara. Cuando supe que le iban a dar un golpe a la mala a López Obrador, me crucé, no porque fuera López Obrador sino porque el golpe era a la mala.

Y rubrica: “Lo de Bejarano yo lo hice, yo di la cara, yo lo anuncié. ¿Qué más? ¿Que a mí me mandó Salinas? Eso ya son cuentos, son enredos”.

Anaya, la ambición

No oculta su simpatía por Anaya, pero aclara que su comportamiento “tiene aristas que no comparto”.

–¿Cuáles?

–La primera, que abarca todas: la falta de trabajo político para conciliar. Más bien ha sido una actitud, no sólo de él sino de su grupo, demasiado cerrada para decir “voy y voy para adelante.”

Admite que la ambición ha llevado a Anaya a donde está. “Yo no se lo critico. Lo que critico es que debió haber hecho un trabajo político más abierto, más incluyente; pero tampoco se puede que todos los que quieran queden donde quieran quedar, porque no hay espacio para todos”.

Lo describe: “Un hombre de verdad excepcional en determinadas características. Su inteligencia, su capacidad de trabajo, su formación personal, su cultura y su capacidad para comunicar me parecen espléndidas, un tipo verdaderamente brillante, inteligente, competente, echado para adelante y que no se detiene ante ninguna agresión y ninguna amenaza. Para mí, todas ellas cualidades fundamentales para que pueda llegar y para que pueda ser un buen presidente de México”.

Avala, también, la estrategia de Anaya de aliarse con el PRD: “Estoy muy de acuerdo, porque no sería lo ideal en un mundo ideal, pero en el contexto de nuestra realidad es pertinente, explicable, como ha pasado en muchos países, donde supuestos grupos de derecha y supuestos grupos de izquierda encuentran no lo que los separa, sino que los une”.

–Pragmatismo político.

–Pragmatismo. Nada más que la política, si dejas el pragmatismo a un lado, deja de ser política. La política finalmente es el ideal que busca lo posible, no el ideal en las nubes.

–¿Usted se podría aliar con López Obrador?

–Depende para qué. Obviamente jamás voy a aceptarlo como el presidente que merece México. ¡Jamás! Pero si yo veo que hay una injusticia contra él, no necesito pedirle permiso.
Acota: “Yo prefiero al López Obrador de las campañas pasadas, que decía: ‘Aquí no pasa nadie y tiznen a su madre todos los de enfrente’, que ahora que a todos los de enfrente les dice: ‘Vénganse’. ¡Es un cínico, es un desvergonzado, un bribón de siete suelas. Punto!

El “nauseabundo” Poder Judicial

La corrupción y la impunidad, afirma Diego Fernández, también tienen que ver con la pérdida de valores y con la evolución del país.

Pero para combatirlas, señala, se necesita limpiar al Poder Judicial, al que describe putrefacto: “Veo felonías en todas partes. Si a mi nivel de abogado veo toda esa cuestión de oprobio, también veo a los que están en las barandillas y a los que están hasta abajo pidiendo justicia. Y es para llorar. En infame lo que se vive en el ámbito de la justicia en este país”.

Aclara que no generaliza, porque si bien hay jueces y magistrados de consigna, también los hay libres, y aun coloca a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación como “orgullo de México”.

Y concluye: “Como abogado les digo: arreglemos al Poder Judicial y lo demás se arregla solo”.

                                                         
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